El cazador de la oscuridad

Marcus yacía sin memoria en un hospital de Praga cuando Clemente se puso en contacto con él y lo instruyó de nuevo para su papel: ser el cazador de la oscuridad, o más bien el que ve el mal y puede detenerlo. Pero para Marcus no es tan fácil volver a su vida de penitenciario, acecha a la fotógrafa forense Sandra Vega para asegurarse de que tras el descubrimiento de la muerte de su marido esté bien y siga rastreando el mal en la Ciudad Eterna. La primera escena con la que nos encontramos es la muerte de una monja de clausura, a la que le han amputado los miembros del torso. Marcus intenta en vano investigar hasta que un año después una pareja es asesinada. Los dos casos no tienen nada en común pero Marcus está destinado a encontrar al culpable de esta tragedia. Para ello tendrá que contar con la ayuda de Sandra, que ahora tiene una nueva pareja y aspira a una felicidad renovada. Pero los asesinatos no paran y tienen algo oscuro por dentro. Tras la muerte de la primera pareja, de la que se salva la niña, le toca a dos policías encubiertos y al hallazgo de dos autostopistas fallecidos hace dos años. Vega y Marcus tendrán que unir fuerzas para entender quién está detrás de estos asesinatos y una extraña presencia, la de Battista Erriaga, que les complicará las cosas. Marcus y Clemente, dos penitenciarios, continúan la lucha contra el mal. Los dos sacerdotes logran ver el mal como si fuera una dimensión y no un estado. Nadie mejor que ellos sabe comprender el mal y saber silenciarlo. Y en este caso, el del monstruo de Roma, la habilidad de Marcus es de fundamental importancia para el desenlace de la investigación. El encuentro casi casual entre lSandra y Marcus pone en aprietos al asesino, pero siempre va un paso por delante de ellos. Circunstancias fortuitas harán que las piezas del rompecabezas comiencen a encajar.
Esta es la capacidad de Donato Carrisi para construir historias. Empareja las piezas. Incluso si todo parece dictado por el azar, en realidad tiene un propósito muy específico. La muerte de la monja nos será recordada al final de la novela, lo que me dio la impresión de una secuela con Marcus y Vega a cuestas. Adoro el estilo de Carrisi porque durante buena parte de la novela el asesino permanece al margen, nunca es el centro de atención, hasta que se revela su identidad. Y se revela poco a poco, una historia a la vez, un personaje a la vez. Y este estilo me encanta cada vez. Me mantiene pegado a las páginas durante horas, me dan ganas de llegar al final lo antes posible para averiguar quién es el culpable. Se detalla la descripción de los personajes pero más aún de los lugares conocidos y desconocidos de Roma, precisamente porque parece haber visitado esos lugares antiguos. Por no hablar de los hechos históricos relacionados con iglesias y basílicas, leyendas que de otro modo no conoceríamos si nunca hubiésemos estado en la Ciudad Eterna.
Una vez más este autor ha conseguido que me enamore de una de sus novelas, al igual que con las demás.