La conciencia de Zeno

No acabé la novela con mucho entusiasmo, por mucho que me hiciera saber, a modo de la magdalena de Proust, todo lo que puede dar de sí una cajetilla de tabaco, al menos una de esas que ya no se fabrican y que llevaban gravada el sello del águila imperial. La lectura es interesante, nada aburrida, pero yo no he sabido conectar con ella como seguramente se merece.

Zeno es un personaje ridículo, hasta charlotiano en ocasiones, un enorme egoísta, caprichoso, incapaz de reprimir sus impulsos (y esto no siempre en su beneficio) ni de asumir responsabilidades, falto de voluntad para cualquier propósito puede ser muy cruel con los que le quieren, no hay más que ver la brutalidad con la que se relaciona sexualmente con Carla.

Zeno no dice la verdad sobre sí mismo, al menos, no directamente, pero no siempre miente. al igual que a su mujer, Zeno nos calla algunas cosas, otras las maquilla tanto que roza la mentira, y otras, que sí son claramente falsas, se le escapan muy a pesar suyo. Creo que esto es en lo que radica una de las mejores bazas del libro, en cómo se dicen las cosas expresando otras muy distintas, y en las formas en las que el protagonista se oculta a los demás y se engaña a sí mismo, sin mucho éxito en ambos casos. de ahí la ironía del título que hace referencia a la doble conciencia de Zeno, como facultad para emitir un juicio moral sobre lo actos propios y como la defectuosa conciencia de sí mismo.