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Crítica de Guille63


Guille63
22 March 2024
La novela, publicada en 1962, no tiene nada que envidiar a otras posteriores que se encuentran entre las mejores y más experimentales de sus respectivos autores como “Conversación en la catedral” (1969) y “Otoño del patriarca” (1975), con las que guarda grandes semejanzas de forma y fondo.

“Viva México, jijos de su rechingada”

También en esta novela cabría parafrasear la famosa cuestión que planteó el escritor peruano en su novela: ¿en qué momento se había jodido México? Pregunta retórica que parte de una premisa falsa, esto es, que hubo algún momento en el que no estuvieron jodidos. No conozco ningún pueblo que no haya estado jodido desde siempre, no conozco una revolución en contra de la opresión de un pueblo que no haya acabado oprimiendo a ese mismo pueblo. Nunca faltan los Artemio Cruz dispuestos a la rapiña en nombre de la revolución, a engrandecer su nombre en el supuesto engrandecimiento de la revolución y que contribuyen a acabar con la revolución encumbrando a otra casta de opresores que tratarán a su pueblo de igual o similar forma que los opresores depuestos. Así se termina siempre por muy idealistas que sean los objetivos y por muy justas que sean las demandas.

“A veces, me parece que la falta de sangre y de muerte nos desespera. Es como si sólo nos sintiéramos vivos rodeados de destrucción y fusilamientos”

La novela es exigente con el lector, que deberá estar dispuesto a poner todo de su parte para lidiar con los varios narradores que se alternan sin previo aviso, con los textos en primera, segunda y tercera persona que se suceden sin interrupción, con el frecuente flujo de conciencia, con los varios planos temporales y espaciales sucesivos y simultáneos que contribuyen a la sensación de que la historia se mueve en círculos, que nada cambia, que todo acaba siempre igual, con los mismos perdedores de siempre…

“Eres quien eres porque supiste chingar y no te dejaste chingar; eres quien eres porque no supiste chingar y te dejaste chingar: cadena de la chingada que nos aprisiona a todos”

… para contarnos una historia de traición, de ambición voraz, de odio y rencor, de remordimientos, también de superación, de amor, de sacrificio, de pasión, una historia personal de Artemio Cruz, desde su nacimiento hasta su muerte, que encarna al mismo tiempo la historia colectiva de la revolución mexicana.

“… el padrecito le da la salvación eterna a don Gamaliel, a cambio de que don Gamaliel le dé la salvación en la tierra al padrecito”

No sé si me irrita un poco la idea del exitoso prócer sin escrúpulos que al borde de la muerte sufre por el rumbo que cogió su vida, por los amores que no pudo vivir, por las desgracias familiares, ese estúpido e impotente consuelo de que los ricos también lloran y que el deterioro físico, la enfermedad y la muerte acaba por igualarnos a todos. Supongo que todo contribuye a dar volumen a un personaje tan contradictorio y, lamentablemente, tan frecuente.

“… descubrirás que la virtud es sólo deseable, pero la soberbia es sólo necesaria...sólo al final, aunque sea al final, la soberbia es superflua y la humildad necesaria”


P.S. Encontré estas declaraciones del autor que me parece que resumen muy bien los porqués y los cómos de esta novela:

‘‘Se relatan aquí las doce horas de agonía de este viejo que muere de infarto al mesenterio, mal que los médicos no descubren sino hasta el último momento. En el transcurso de estas doce horas se interpolan los doce días que él considera definitivos en su vida. Hay un tercer elemento, el subconsciente, especie de Virgilio que lo guía por los doce círculos de su infierno, y que es la otra cara de su espejo, la otra mitad de Artemio Cruz: es el Tú que habla en futuro. Es el subconsciente que se aferra a un porvenir que el Yo —el viejo moribundo— no alcanzará a conocer. El viejo Yo es el presente, en tanto el Él rescata el pasado de Artemio Cruz. Se trata de un diálogo de espejos entre las tres personas, entre los tres tiempos que forman la vida de este personaje duro y enajenado. En su agonía, Artemio trata de reconquistar, por medio de la memoria, sus doce días definitivos, días que son, en realidad, doce opciones. Su biografía espiritual es más importante que su biografía física. Las negativas, las traiciones, las elecciones, las presiones a las que su espíritu se somete lo empujan al mundo de los objetos, en el cual él es un objeto más. En el tiempo presente de la novela, Artemio es un hombre sin libertad: la ha agotado a fuerza de elegir. Bueno o malo, al lector toca decidirlo.”
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