Esta historia la he escrito para ti, Milla. Porque, cuando tengas tus dieciocho años, yo ya habré olvidado los míos y no podré ayudarte a vivirlos. Porque mi corazón ya irá más despacio y te veré desde lejos: sufrirás por un amor que me parecerá demasiado joven para llorarlo, y te diré: Venga Milla, son tonterías. Como si yo no hubiera llorado también por un amor parecido. Te miraré sonreír sin motivo, cuando hayas hecho el amor por primera vez y pienses que puedes meterte el mundo en el bolsillo, porque es pequeño en comparación con lo que llevas dentro. Y yo ya me habré olvidado de lo que significa sonreír sin motivo. ¿Por qué te ríes? Te lo preguntaré porque ser mayor es un poco como volver a ser niño: siempre se pregunta el porqué. Tú, en cambio, no te harás tantas preguntas, amarás y basta, sin un porqué. No seré honesta, porque es difícil ser honesta con los propios recuerdos. Pero he sido previsora: he encerrado esos recuerdos en un papel, en los márgenes de un folio, cuando todavía estaban vivos, brillantes de tinta. Así podrás leer a una hermana más cercana a ti y te sentirás menos sola. Esta historia es para ti, Milla. Quizás al principio no te guste. Quizás te parezca absurda y no te la quieras creer. ¿Cómo pueden vivirse tantas emociones en tan poco tiempo? Lo irás descubriendo Milla, lo irás descubriendo. Y entenderás que a los dieciocho años, el corazón se dispara y va más deprisa que los minutos, más deprisa que los segundos. Toc, toc, toc... y tu no mirarás por la mirilla, porque a los dieciocho años se tiene mucha prisa y pocos recelos. No preguntarás: ¿Quién es? Abrirás la puerta y lo dejarás entrar. Y cada vez le preguntarás a tu corazón: ¿Qué quieres?. Y la respuesta será siempre la misma: un poco de amor. Y alguna vez lo echarás del pecho, le dirás que es un estúpido, le dirás que lo vaya a buscar a otro sitio. Pero la mayoría de las veces le dirás que se ponga cómodo y le darás lo que necesite. Y cuando alguien te lo haga añicos, y te parezcan demasiado pequeños para volver a juntarlos, solo tendrás que conocer a alguien para curarte. Porque, a los dieciocho años, la carne cicatriza enseguida. Ya lo descubrirás, Milla, lo descubrirás. Y entenderás que el tiempo que corre, que nos cronometra la vida, que nos marca el ritmo, tampoco es tan rápido. ¡Adelántalo Milla, llega antes que él! Yo miraré como ganas y estaré orgullosa de ti. + Leer más |