Dientes rojos

He dejado pasar unos meses antes de escribir esta reseña. Tenía mis motivos y, visto en perspectiva, creo que fue la decisión acertada en este caso.

Estamos ante una historia narrada en dos partes, con voces diferentes. En la primera, el narrador es Kocaj, un agente encargado de investigar la desaparición de una adolescente llamada Rebecca. Esta primera mitad tiene un marcado registro de novela negra y thriller, con unos personajes atormentados, donde cada uno de los que aparece convive con sus demonios, traumas y circunstancias cotidianas, aterradoras en muchísimos casos. Son seres heridos, incapaces de amarse a ellos mismos ni a los demás, donde no existe luz capaz de despejar todas esas oscuridades; donde las relaciones tóxicas y violentas se llevan al límite, dejando que veamos esa maldad del género humano de una forma tan real, que incomoda. Esta parte es perfecta. Ritmo, tensión, desarrollo… Jesús es uno de los autores españoles que mejor escribe y maneja todo eso como nadie. La disfruté muchísimo.

La segunda parte la narra Rebecca, y el registro cambia de forma radical hacia el género de terror o de lo fantástico y siniestro. Sorprendentemente, me aburrí bastante con esta mitad, aun encontrando referencias y guiños a otros autores clásicos. Todo ese castillo construido anteriormente se me vino abajo. No es que de repente Cañadas se vuelva loco y no tenga coherencia, no. El problema es que hace tiempo que me cansé de “las historias que son necesarias”, y de los “libros comprometidos socialmente o políticamente” o de los que llaman “con mensaje”. La mayoría de libros llevan un mensaje, pero aquí se cargan las tintas sobre racismo, machismo, violencia de género de una forma que me pareció más propia de un panfleto propagandístico que de una novela de género.

Más allá de todo eso, y si no os molesta como a mí esa forma de abordar los temas, es un muy buen libro, del que sigo afirmando que se llevará mínimo un premio este año. Además de por su brutal calidad literaria y por la historia que nos cuenta, porque habla de “cosas muy necesarias”. Somos así. Bienvenidos al mainstream