¡Sí!, la pronuncié en silencio, con los ojos cerrados, en la habitación ya iluminada con los primeros rayos de sol, mientras me mordía el labio inferior, me abrazaba y me dejé llevar por los recuerdos... dulces recuerdos... excitantes recuerdos. Recuerdos de los que seré siempre dueña y nadie podrá robarme.
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