Mi diario erótico de Ángeles Calderón
¡Sí!, la pronuncié en silencio, con los ojos cerrados, en la habitación ya iluminada con los primeros rayos de sol, mientras me mordía el labio inferior, me abrazaba y me dejé llevar por los recuerdos... dulces recuerdos... excitantes recuerdos. Recuerdos de los que seré siempre dueña y nadie podrá robarme.
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