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Gema era el nombre de una más de sus compañeras del colegio. Era, porque su vida acabó de un modo precipitado a los 15 años tras ser diagnosticada con leucemia. Treinta años después, su recuerdo vuelve con fuerza y atormenta a la protagonista, una mujer con dos hijos, pareja y trabajo que de repente ve cómo su mundo se precipita ante la imposibilidad de distinguir qué fue real y qué no, de discernir si pudo darle a Gema un último adiós o no lo hizo, en definitiva, ante el dolor de un recuerdo que le impide avanzar por el desconocimiento sobre si dejó o no cerrada esta etapa de su vida, el duelo. Es una novela breve que puede leerse del tirón, lo cual es recomendable ya que nos permite emprender esta búsqueda de lo pasado, reflexionar sobre cómo nuestros recuerdos, actos y no actos influyen en quiénes somos y cómo podemos paliar con ellos cuando nos atormentan. Personalmente, aunque la reflexión que subyace es interesante, no he terminado de conectar con lo sucedido, quizá por ese tono poético aunque superficial capaz de reflejar los sentimientos de la escritora, pero no de traspasarlos al lector, al menos en mi caso. |
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