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Crítica de Guille63


Guille63
16 August 2023
“¿De dónde venían las mujeres? La reserva era inacabable. Cada una de ellas era individual, diferente. Sus chochos eran diferentes, sus besos eran diferentes, sus pechos eran diferentes, pero ningún hombre podía bebérselas todas, eran demasiadas, cruzando sus piernas, volviendo locos a los hombres. ¡Vaya un festín!”

La literatura de Bukowski es el propio Bukowski. En él, en el personaje-autor, y en la fuerza de su lenguaje, duro, sincero e impúdico, reside toda la fascinación que provoca su literatura (que Bukowski me perdone por calificarla como literatura).

“Tenía cincuenta años y no me había acostado con una mujer desde hacía cuatro… Yo había estado casado años antes, a la edad de 35. El matrimonio duró año y medio. Mi mujer se divorció de mí. Sólo una vez en mi vida había estado enamorado, pero ella murió de alcoholismo agudo. Murió a los 48 años, cuando yo tenía 38. Mi mujer era doce años más joven que yo. Creo que también ella está ahora muerta...”

Así empieza la tercera novela de la serie Chinaski. Su situación de sequía sexual tenía los días contados: iba a conocer a Lydia. Lydia pensaba que Chinaski se merecía algo de amor. Chinaski estaba escribiendo su primera novela, pero ya era conocido en ciertos ambientes literarios. Era coeditor de una revista de poesía y él mismo hacía lecturas de sus poemas. Su público, muy parecido al de un grupo punk, quería oír al viejo obsceno, borracho y mujeriego que aparecía en sus obras. Con cierta frecuencia Chinaski y su público acababan insultándose mutuamente, esas eran las mejores sesiones. Como esos psicópatas asesinos de mujeres que en la cárcel reciben cartas de amor de admiradoras, Chinaski empezó a recibir llamadas de teléfono, cartas y visitas a su apartamento de mujeres extrañamente fascinadas por su trabajo y quizás también atraídas por su fragilidad.

“Las lecturas a veces te proporcionaban un buen culo. Las estrellas de rock conseguían culos; los buenos boxeadores conseguían culos; los grandes toreros conseguían vírgenes. de alguna manera, sólo los toreros se lo merecían de verdad.”

Toda la novela es una sucesión de experiencias similares: Chinaski, incapaz de resistirse al atractivo de unas bonitas piernas y a la perspectiva de un buen polvo, se pelea con su pareja, esta intenta pagarle con la misma moneda, no siempre de forma infructuosa, se reconcilian entre botellas y vomitonas (Chinaski expulsa casi más que traga), follan si la borrachera lo permite y vuelta a empezar, así una y otra vez desde Lydia, pasando por Dee Dee, Nicole, Mindy, Katherine, Joanna, Tammie, Mercedes, Cecilia, Liza, el tándem Gertrude-Hilda, Cassie, Debra, Sara, Tessie, Iris, Tanya, Valerie y Valencia, hasta llegar nuevamente a Sara, la que se supone fue su mujer Linda Lee en la vida real.

“Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí. Básicamente deseaba prostitutas, porque eran duras, sin esperanzas, y no pedían nada personal. Nada se perdía cuando ellas se iban. Pero al mismo tiempo soñaba con una mujer buena y cariñosa, a pesar de lo que me pudiera costar.”

Chinaski había superado la barrera del medio siglo y estaba resarciéndose de todas esas mujeres inalcanzables en su juventud sin que el daño que pudiera provocar en ellas pudiera frenarle. Tenía la certeza de que toda relación estaba abocada al fracaso, de que toda relación iría marchitándose sin remedio y que además…

… “Era viejo y feo. Quizás por eso era tan agradable trincársela dentro a jovencitas. Yo era King Kong y ellas eran frágiles y tiernas. ¿Estaba tratando de penetrar por un camino que me alejase de la muerte? ¿Estando con chicas jóvenes esperaba no hacerme viejo, no sentirme viejo? Solamente no quería envejecer de mala manera, quería simplemente cortar, estar muerto antes de que llegara la muerte.”

Pero las mujeres suponían además otra cosa, eran un buen material para su literatura. “Creo que te follas a las mujeres sólo para escribir que te las has follado”, le espeta alguien en un momento dado de la novela, y, como él dice, romper con una mujer es la única forma de encontrar otra y, por tanto, conseguir material nuevo.

“Tenía que probar mujeres para llegar a conocerlas bien, entrar en ellas. Podía inventarme personajes masculinos porque yo era uno, pero las mujeres para mí eran casi imposibles de ficcionalizar sin antes conocerlas. Así que las exploraba lo mejor que podía y encontraba dentro de ellas seres humanos. Entonces me olvidaba de la literatura, el hecho de escribir se quedaba en segundo término y a mí me poseía el episodio en sí. Cuando se acababa, la literatura era el residuo que quedaba de ello.”

Como ven, Chinaski no es un tipo muy agradable, aunque sí atractivo. Tosco, débil (“Mi arte es mi miedo. de ahí lo arranco”), incapaz de resistirse a sus impulsos, solitario por naturaleza, nada es lo bastante bueno para él. de las mujeres, además del folleteo, que a veces consigue por la fuerza, solo quiere comer con ellas, llevarlas al boxeo o a las carreras de caballo y dormir con ellas, nada de conversación ni ataduras. Chinaski no tiene dios ni conciencia política ni ideales, nunca vota, solo quiere que le dejen tranquilo, beber, follar y escribir novelas como esta de “Mujeres”, sus tres grandes adicciones.
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