La inquilina de Wildfell Hall

Anne acostumbra a ser la menos valorada de las conocidas hermanas Brontë, cuando es quizá la más declaradamente feminista de las tres.
“La inquilina de Wildfell Hall” es la segunda y última novela que publicó, en 1848, bajo el pseudónimo de Acton Bell y en ella combina el género epistolar y el diario para denunciar la violencia de género y el problema de las adicciones como el alcohol, el opio o el juego.
Que está muy presente la moral victoriana y que se manifiesta un soporífero trasfondo de rigidez religiosa en toda la novela, no se puede negar. No en vano las Brontë fueron hijas de un párroco protestante y eso marca. Con todo, también muestra lo que algunos han llamado un avanzado pensamiento, que se traduce en la brillantez de sus diálogos.En la “La inquilina de Wildfell Hall” se abordan, asimismo, temas como el amor prohibido, el fracaso matrimonial, las masculinidades tóxicas y aparece una protagonista femenina fuerte, inteligente, rebelde, que vive de sus propios ingresos.
Mientras los lectores pensaron que tras la autoría de la novela había un hombre, la crítica se limitó a considerarla una novela atrevida y audaz que violaba las convenciones sociales así como la ley inglesa de la época, eso sí, de modo que cuando se descubrió, que tras el pseudónimo de Acton Bell se escondía una mujer, comenzó a ser fuertemente criticada.
No fue hasta mediados del siglo XX que los academicistas empezaron a valorar la genialidad de Anne Brontë y a ser considerada como la más radical de las hermanas, la que se atrevió a abordar los temas más difíciles…

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