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Crítica de Celia_0504


Celia_0504
17 November 2023
Uno de los motivos que me anime a hacer el #retopiaspirits de @victorianspiritsblog fue tener la oportunidad de volver a leer las que son consideradas las tres grandes obras novelas angulares del genero distópico. En su momento fueron tres lecturas que disfrute, pero tenía muy pendiente volver a meterme con ellas. Y por fin he podido cumplir esta meta tras las relecturas de “1984” y “Un Mundo Feliz”, al volver a reencontrarme con la propuesta distópica de Ray Bradbury en “Fahrenheit 451”. En ambas ocasiones, he leído esta obra en un tomo de la editorial Minotauro en el cual también aparecen otros dos cuentos de Bradbury, un autor que una vez más, me ha vuelto a sorprender por la originalidad de sus ideas y tramas y por lo evocador a la par directo de su prosa. Las tres historias creo que son una muestra bastante clara de la genialidad de este autor.No escribía novelas muy largas, su trayectoria profesional se circunscribe en los cuentos, novelas cortas y poemas. He leído muy poco de este autor, pero siempre me sorprende por su visión de el mundo, la claridad de sus aportaciones y lo enrevesado a la par de simples, que eran sus premisas, muchas de ellas perturbadamente adelantada a su época o que se apoyaban en aspectos de la vida cotidiana que un autor menos inteligente no hubiera sabido manejar con tanta eficacia. Un genio de escritor, vamos.

Fahrenheit 451”: Es curioso lo que me pasó con esta novela corta. de los tres relatos que conforman la antología fue el que más me gustó en su momento, pero al mismo tiempo lo tenía muy desdibujado en mi mente, frente a lo bien que recordaba los otros dos.

Nos encontramos en un futuro distópicos en el que el pueblo estadounidense ha dejado en manos de su gobierno las cuestiones de carácter más filosófico y moral a cambio de una felicidad fácil basada en la cultura de masas y la falta de intereses intelectuales. Ahora os bomberos ya no se dedican a apagar los fuegos. Son ellos mismos quienes los provocan, usando como combustible los libros, que ahora están prohibidos. Guy Montang es uno de esos bomberos, un hombre que aparentemente disfruta y acepta su trabajo. Hasta que traba amistad con su nueva vecina, la adolescente Clarisse, un espíritu libre y artístico que se cuestiona todo lo que tiene alrededor, y que hará que el propio montan adquiera una nueva visión de su existencia y del mundo en el que vive. Hasta el punto de enfrentarse a las normas que antes acataba.

La grandeza de las obras distópicas más importantes reside en la sagacidad de sus autores a la hora de diferir hacia qué futuro se dirige la humanidad. Y Ray Bradbury da en el clavo con su pesimista pronostico de una forma brutal. Para mi el impacto que ha tenido la relectura de “Fahrenheit 451” es lo terriblemente cercana que he sentido la realidad que nos presenta el autor en este libro y que está impregnada de todos sus miedos, con un matiz incluso más contemporáneo que las que no proponían Huxley y Orwell, y eso que es indudable que estos dos autores también estaban haciendo pronósticos muy certeros y con muchos elementos que ya están presentes en la actualidad. Los Estados Unidos de América de Bradbury se caracterizan por estar en permanente conflicto, con la amenaza atómica pendiendo constantemente. El gobierno ha encontrado la forma de controlar a su población a base de asegurarles una vida vacía pero satisfecha, basada en una suerte de tele realidad que conecta a las masas, a la vez que las mantiene dóciles en un estado de letargo inocuo, extirpándoles cualquier atisbo de curiosidad moral y cultural, el afecto real por familiares y amigos y la posibilidad de cuestionarse lo que les rodea o de ver más allá de los programas que piden ver en pantallas gigantes. Unas pantallas gigantes que pueden ocupar las cuatro paredes de una habitación que proporcionan telebasura constantemente, y con las cuales no es difícil encontrar paralelismos con las redes sociales y las tecnologías que ya son parte intrínseca de nuestras vidas, con las cuales la población ha entrado en una nueva forma de entretenimiento rápido y acaparador, que de una forma fácil y llena de estímulos se ha convertido en una diversión barata y simple. al igual que en los Estados Unidos de América, que dibuja Bradbury, donde este tipo de entretenimiento convive junto a propuestas más sociales como los deportes conjuntos y los viajes de ocio baratos, ocupando el lugar que antes tenían otras actividades más introspectivas como la literatura. Es decir, nos encontramos ante un Estado totalitario que da facilidades a sus gobernados, les proporciona una vida económicamente estable, pero carente de cualquier atisbo intelectual y profundamente inocua . Y de esta forma se garantizan el control de la población hasta reducirlas a un estado mental absolutamente carente de cualquier curiosidad o individualismo. Con la quema de libros se aseguren que nadie pueda ser capaz de formular una idea de carácter mínimamente propio, que no se pueda pensar más allá de la convencional felicidad fácil y simple que se tiene al alcance de las manos. La adrenalina se suple con viajes en vehículos a 150 km/h; los pensamientos negativos y la ansiedad se esconden bajo drogas para poder dormir bien; actos tan simples como caminar por las calles y contemplar la naturaleza son vistos con suspicacia por la clase dirigente, lo cual se filtra en la propia población . Es una sociedad de plástico, que se cree libre cuando en realidad está férreamente controlada, muerta por dentro sin que sus componentes sean conscientes de ello, unida por vínculos absolutamente intrascendentes y carentes de la mínima profundidad.

Desde luego, “Fahrenheit 451” es una obra impagable en cuanto a mensaje y trama. Se la puede dar el título de clásico de las letras porque nos habla de temas que nunca dejarán de importar a la humanidad, mientras tenga la capacidad de raciocinio y de pensar por su cuenta, sobre aspectos como la libertad individual y la importancia de las letras a la hora de crearse una opinión propia de la realidad, frente a la incomprensión, el totalitarismo y las ansias de los poderosos por supeditar cualquier mínimo resquicio de libertad personal del pueblo. Y ante todo es un alegato de amor hacia la literatura y el propio arte de leer, hacia las mil y una posibilidades que un libro puede abrir en todos sus sentidos a quien se anime a adentrarse en sus hojas, hacia el importante papel de las bibliotecas como vehículo para preservar ese saber y lograr que sea accesible para muchas personas y generaciones de lectores. Pese a ser una historia de ciencia ficción y momentos muy duros, la prosa de Bradbury tiene algo profundamente evocador, basado en la simbología de sus figuras literarias, muchas de las cuales se basan en el fuego como elemento que destruye, pero que también puede ser guía y luz.

Pero en esta segunda lectura, me he dado cuenta de que quizás lo que falla en esta novela corta es la forma. Siento que el formato se queda un tanto corto para todo lo que quiere decir Ray Bradbury. Leyendo me ha dado la impresión de que la prosa del autor y su intención camuflaban muchas veces el propio argumento, el cual se queda pequeño por lo abierto que resulta su final. Así como la primera vez me quedé satisfecha con su desenlace, en esta ocasión me he quedado con muchas ganas de saber más sobre el destino de esa sociedad distópica y de Guy Montang. Además, aunque el ritmo de la novela es muy ágil para mí la lectura ha resultado bastante arrítmica. Había momentos en los que me podía leer veinte páginas de una de un sopetón frente a otros en los que me costaba avanzar con una o dos páginas.

En lo que sí he coincidido respecto a mi primera lectura, es que siento que el arco evolutivo del protagonista, aunque muy bien construido, parte de una base muy endeble. Una noche Montang vuelve a su casa feliz después de una noche de quema de libros, para encontrarse en la calle con su nueva vecina. Y a partir de esa primera conversación con ella, empieza a sentirse disgustado con su realidad, a ver matices y capas de los que antes no se había percatado. Y todo para convertirse en un rebelde. Siempre he pensado que la evolución del personaje está muy bien hilvanada y resulta creíble, pero me resulta muy abrupta la manera en que empieza, por más que el autor trata de justificar que el personaje que había tenido ciertos contratos de rebeldía y de cuestionarse su trabajo.

Tras la novela encontramos el posfacio“Fuego brillante”, en el que Bradbury nos cuenta la génesis de su obra más conocida. Buceando por Internet he visto que en otras ediciones este texto aparece al principio del libro a modo de introducción de la historia. Y creo que con esta colocación funcionaría mejor. Si sales de “Fahrenheit 451” y entras en este posfacio buscando más información sobre lo que ocurrió en la novela corta te llevarás un pequeño desengaño, porque aquí solo conocemos la evolución que tuvo la historia a lo largo de los años hasta convertirse en la novela corta que conocemos y que acabamos de leer. Como curiosidad literaria y forma de conocer mejor lo que hay detrás de la novela, la verdad es que estas ocho páginas no tienen desperdicio. Es muy interesante leer el contexto en el que se forjo la obra los cambios por los que paso y como se transformo en algo completamente diferente en forma (que no en esencia) a lo que en un principio ideo Bradbury. Y resulta muy interesante descubrir más cosas sobre la vida del autor y su forma de trabajar, sobre cómo concibe el arte de escribir. Por todo esto, este epílogo (o prólogo, según lo mires) es muy interesante de leer, personalmente lo he disfrutado bastante.

“El Parque de Juegos”: En este cuento conocemos a un viudo que vive aterrado por que su hijo sufra algún tipo de daño, de ahí que quiera impedir que juegue en el parque, donde existe la posibilidad de que los otros niños le hagan daño. Una metáfora extrema sobre los miedos que genera la paternidad. Me ha parecido muy original que el protagonista sea la figura paterna, porque sería más convencional y tópico que el autor hubiera sacado estas aprensiones a una madre. Y pero en esta historia el protagonista, Charles Underhill, ha quedado viudo. Y es el miedo de perder también a su hijo, de proteger a toda costa lo único valioso que le queda, lo que le lleva a una situación extrema, con tal de evitarle los sinsabores de la infancia.

La infancia suele ser un periodo del tiempo que es tratado como uno lleno de inocencia y alegría, en el que las personas sean felices. Pero Bradbury deforma esta visión hasta convertir este periodo en una incertidumbre oscura, en la que el miedo y el peligro son monstruos que están al acecho constantemente. Toda la narrativa de este cuento resulta asfixiante y angustiosa , uno nota como su ansiedad crece mientras lee a la par que lo hace la del asustadizo padre. Una tónica que cristalizará en la última imagen final, en la que un simple juego en un tobogán sea representado con unas pinceladas apocalípticas y narrado de una forma angustiosa, digna de cualquier cuento gótico. Esta obsesiva forma de narrar se come todo el cuento. Incluyendo la drástica decisión que Charles toma en un momento determinado, y que le llega de una forma que no termina nunca de perfilarse y de una fuente que nunca se concreta. Una patina de neblina que ayuda a recrear una atmósfera inclasificable y mórbida para un argumento sencillo pero que tiene algo que impacta.

“Y La Roca Gritó”: Es curioso, cuando leí por primera vez esta antología este fue el relato que recuerdo que menos me gustó. Y esta segunda relectura me has demostrado que seguramente hice una lectura muy sesgada del mismo. Ahora me ha parecido maravilloso en todos los sentidos y lleno de contenido, con muchas capas, cada cual más interesante. Además, al ser un relato de corte distópico enmarca perfectamente en el #retopiaspirits.

Una misteriosa (y no explicada) guerra ha aniquilado a la raza blanca, dejando a pocos europeos y norteamericanos con vida. Un matrimonio de clase alta se vera
obligado a emprender un angustiante periplo en plena selva para huir del país latinoamericano en que se encuentran. Durante su odisea, deberán dejar atrás todas sus posesiones (dinero, joyas, ropa, coche), aquellas que tanta felicidad les proporcionaba pan hasta el punto de que se habían convertido en parte de sí mismos. Y serán conscientes del odio y el rencor de las razas y minorías étnicas que durante siglos fueron despreciadas, utilizadas y maltratadas por el hombre blanco.

En apenas treinta páginas Bradbury toca varios palos en este relato con gran maestría y un estilo muy directo . La historia no es solo una crítica feroz hacia el colonialismo blanco y la discriminación, es una certera advertencia de como, llegadas las circunstancias, Occidente puede estar marcando su propia debacle al seguir mostrándose condescendiente y superior con otras razas. Porque puede llegar el día en que ellos sean la minoría y los oprimidos se venguen convirtiéndose en los opresores, ya que la tiranía es un arma de doble filo. El cuento también es una crítica hacia la poca importancia que, llegado el momento, pueden tener las posesiones materiales. al final, lo que de verdad cuenta es lo que uno es en si mismo, el como se enfrenta a las circunstancias . Es como ese viejo dicho indio que menciona que un hombre solo es dueño de aquello que pueda salvar en un naufragio.

Impagable la metáfora final del trozo de carne colgado y rodeado de una nube de moscas. Puede verse como una tétrica predicción de lo que espera a los dos protagonistas, o como una muestra de lo mundanal que es todo aquello a lo que en muchas ocasiones damos importancia.

En definitiva, lo que saco en claro de esta relectura de Bradbury es que he encontrado muchas más capas y detalles en estos trabajos. En los tres relatos he visto muchas más cosas de las que seguramente encontré cuando los leí por primera vez hace ya bastantes años. Una muestra más de lo bueno que es releer libros que si son realmente buenos pueden aportar nuevas perspectivas y conocimientos cuando se les da otro vistazo. Y de lo pendiente que tengo leer más obras de Ray Bradbury, que tengo “Crónicas Marcianas” pendiente en mis estanterías desde hace muchos años.
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