Esperando a mister Bojangles

Suena Nina Simone mientras escribo estas palabras. No podía ser de otra manera. Qué maravillosa locura es esta historia.

“Esperando a Mr. Bojangles”, la ópera prima de Olivier Bourdeaut, nos cuenta la vida nada normativa y alejada de todo convencionalismo de un matrimonio y su hijo. Una vida llena de fiestas, cócteles y baile. Mucho baile. Nada importa más que ser feliz, a la manera en que ellos quieren serlo. El padre llama a la madre cada día con un nombre distinto; ella, jubilosa al extremo, se afana en vivir realidades en las que no es posible más que el disfrute; y el hijo, que adora la locura de su madre, habita ese mundo que ella les comparte, entre la verdad y la mentira. Por si fuera poco, contaremos con la aparición siempre estelar de Doña Superflua, una grulla damisela que vive con ellos en su piso parisino y tendremos un castillo español a orillas del Mediterráneo como residencia vacacional.

Narrada a dos voces por el hijo ya adulto y el padre, la novela cuenta cómo se conoció el matrimonio y cómo fue la llegada del hijo; su accidentado paso por el colegio; fiestas, fiestas y más fiestas; y la caída, paulatina y sin retorno, de la madre al abismo. Lo que comienza siendo una frivolidad termina sumergiéndonos en la más sutil melancolía.

Tras la sorpresa inicial y pese a la extravagancia de sus protagonistas y de las situaciones que describe, la obra resulta ser una deliciosa mezcla de lucidez y ensoñación en la que a ratos reiremos y a ratos no tanto.
“Esperando a Mr. Bojangles” es una novela fresca y entusiasta que esconde una realidad áspera. Pero, por encima de todo, es una oda inesperada al amor más puro y verdadero y nostálgico, uno que no sabe de etiquetas ni de nombres. Sobre todo, de nombres… ¿Qué más da todo cuando sabes que es ella, que harías lo que fuera, por ella?

Hay momentos, historias, vidas enteras, que posan una y otra vez la aguja de diamante sobre el mismo disco. Acaba y vuelta empezar. En esta novela, solo «Mr. Bojangles» merecía ese privilegio. Alegre y triste a la vez. Así es esta historia y así es como suelen ser los recuerdos. Sea como fuere, como bien dice la canción, bailemos.