El doctor Zhivago

Las ideas se transforman a lo largo de la vida por múltiples cuestiones, pero siempre hay algo inamovible dentro de nosotros, algo que hemos aprendido, algo que sentimos, algo que hemos construido y atesoramos, algo que nos hace ser nosotros mismos. Cuando la vida, la historia, nos niegan el derecho a la identidad, cuando esos agentes externos exigen el control de lo que somos, la existencia puede convertirse en un verdadero tormento. Esta idea ha rondado en mi cabeza durante toda la lectura de este gran clásico.

El Doctor Zhivago es la historia de un hombre al que le tocan momentos muy importantes de la historia de Rusia: la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la guerra civil que le siguió. En medio de ese berenjenal tendrá que crecer, madurar y vivir la vida. No va a ser fácil, todo se complicará hasta lo inimaginable, y más complicado todavía cuando nuestro protagonista es un alma difícil de atar o manipular; cuando se resiste y lucha para no ser engullido por un clima alienante.

Un libro para leer con paciencia, para perderse en esa atmósfera fría y hostil de un territorio ruso plagado de guerra, dolor, tristeza y soledad (y nombres rusos con los que hay familiarizarse para no perder el hilo). Personajes que, en medio de toda la locura que se extiende por aquella vastedad, se encuentran y se abandonan una y otra vez, como si en cada encuentro se rompiera algo imposible de volver a unir. La barbarie de los conflictos armados es tan dolorosa en este libro como la pérdida de la identidad. Algunos sobrevivirán y treparán hasta la cúspide de un sistema en pañales que se alimenta de su propia paranoia. Otros no tendrán esa opción: su sentido común, su ética y fe no les permitirá formar parte de aquel sinsentido. Pero la historia los arrastrará a todos.

Qué hacer cuando tú eres tu única resistencia.

El amor es otro de los elementos importantes. El doctor vivirá esta experiencia también como una resistencia. Cada compañera representa un sentir, una cara distinta de su personalidad y sus ánimos. Lara, la gran coprotagonista, es su alma gemela en el dolor; guía y asidero en las horas más oscuras. Lara y Zhivago se unen  en la tragedia. Un amor que encuentra su lugar en la admiración compartida, en la amistad y en la necesidad de ser comprendidos, aceptados, y sí, también amados.

El Doctor Zhivago trascendió su importancia como obra literaria llegando a ser arma política contra el régimen soviético. La historia detrás de este libro y la biografía de Pasternak son fascinantes y han dado material a libros, documentales y nuevas ficciones. No me detendré en ello, excepto para decir que el doctor tiene mucho del propio autor. La tarea monumental de conservar la identidad (propia, tuya, única), el sentido crítico, la visión particular que no tiene cabida en un entorno totalitario, es lo que une al personaje con su creador.

Esta novela no fue publicada en Rusia hasta 1988 (¡maldita censura!) y Pasternak renunció al Premio Nobel otorgado en 1958 debido a las presiones del régimen soviético.

'El hombre que no es libre idealiza siempre su propia esclavitud'.

Trascendencia literaria, histórica y política fue lo que nos heredó Borís Pasternak con su Doctor Zhivago. Así de grande.