Mémoires inédits : Les Cahiers Rouges

El príncipe Louis era de un carácter alegre, bufón incluso, algo burlón y rebelde. Se ocupaba mucho de nosotros, y, sin hacerme una corte en regla, me marcaba de una gran preferencia, lo que no me disgustaba, al contrario. También me prestaba yo de buena gracia a este pequeño coqueteo.

Fue necesario dejar Roma. En 1831, mi padre fue molestado por el gobierno romano. Cuando la revolución de 1830 estalló, el príncipe Louis no pudo evitar colocar por todo sitio banderas tricolores

Era el emperador Nicolas. Sin estar prevenida, lo había adivinado. Grande, fuerte, esbelto sin embargo, con una cabeza imponente y real. Sus ojos abiertos, azules y vivos, tenían una gran expresión de dulzura y de autoridad

Durante toda nuestra estadía en Roma, es decir de 1823 a 1831, mi padre no faltó un solo día en ver a su madre. Ella había conservado sobre él una gran autoridad, tratándolo casi como un niño, reprimiéndolo frecuentemente... tenía cerca de ella a la nodriza de Napoleón I, la vieja Saveria Robaglia

Alumna excelente, llena de amor propio, era celosa, dócil, muy ligada a mis profesores. Napoléon, que tomaba entonces sus lecciones conmigo, era, debo decirlo, perezoso y molesto. Era, a pesar de eso, el favorito de mi madre. Lo había tenido a la edad de cuarenta y dos años. Se parecía extemadamente a Napoléon I, lo que la volvía muy feliz y orgullosa

(Primoli) tuvo la mala inspiración de preguntar la opinión de la emperatriz Eugenia. Ella leyi el manuscrito y m, en su orgulloso castellani, sólo aprobó con reticencia la publicación calculada y, en todo caso, juzgando ciertas páginas atentatorias contra la dignidad de la familia imperial, reclamó su supresión

Habría querido, desde el primer momento, hacer mi peregrinaje a la tumba del Emperador. Me contentaba de ir a contemplar la silueta del hotel de los Inválidos cuya cúpula me parecía inmensa en la sombra

Entramos a Francia por Estrasburgo. El primer centinela francés me hizo latir violentamente el corazón. Habría querido besarlo... Llegué a París el 17 de agosto de 1841, a las siete de la tarde

Había todavía en Ems el conde y la condesa de Flahaut y sus tres hijas, de postura británico pero consideradas y bien educadas. El Sr. de Flahaut no era ya joven. Afectaba un exterior inglés, era grande, seco, tenía los ojos azules muy hundidos en las órbitas, la nariz aquilina, las mejillas hundidas, el cráneo calvo, las manos y los pies largos

- Es necesario que el Emperador me permita hacer mi visita al rey Louis-Philippe. Él me devolvió mis derechos de francesa, no me podía mostrar ingrata. Sin embargo no hacía progresos. Por otro lado mi primo alemán estaba en prisión. No sabía entonces sin faltar a las conveniencias, ir a bailar a las Tullerías. Cuento también pedir al rey la autorización de ir a ver al príncipe Louis a Ham.