Los extraños

Jon Bilbao es uno de esos autores a los que me gusta regresar porque tengo la sensación de que es un lugar conocido, aunque esto no quiere decir que ese lugar sea seguro. Tras leer El silencio y los crujidos y Basilisco, encuentro en Los extraños una suerte de prisa, como un texto de engarce entre su novela anterior y lo desconocido que vendrá.

Esto no impide que pese a su brevedad sea una novela que se disfrute mucho, de hecho, una vez empezada me atrevería a decir que somos mayoría los que la devoramos casi de una sentada.

La escritura de Bilbao podría decirse que es fría, pero sabe situarnos en el punto justo de tensión que te empuja al borde de la frase siguiente, y así una y otra vez hasta te das cuenta de que el argumento es lo de menos porque inevitablemente las vivencias de los demás ya están inmersas en el mismo juicio con el que vigilas a las tuyas.

Uno de los puntos a favor del texto es la inclusión de lo sobrenatural y enigmático, que otorga un contrapeso estupendo y original a una trama en la que la cotidianeidad se ve interrumpida por la intromisión del otro.

Las visitas que recibirán los protagonistas destruirán la intimidad de una relación en crisis, uno de los temas que ya avanzó Bilbao en su obra anterior.

He leído en varios lugares algunas consideraciones negativas sobre el final del texto, pero en este caso solo puedo animar a que cada uno considere adecuado o no la posibilidad de las historias que no se concluyen por sí mismas.

Hay quienes prefieren un muro, una barrera, una valla que les proteja de la tentación de asomarse demasiado a lo que no conocemos o sabemos; hay quienes optan por dejarse llevar por la palabra y no cuestionar el impacto del punto final cuando la mano del autor se difumina ya en el horizonte de la expectativa.

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