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Crítica de Guille63


Guille63
06 March 2023
Lydia Davis, en el prólogo al libro, nos dice que “Parte de la chispa de la prosa de Lucia está en el ritmo: a veces fluido y tranquilo, equilibrado, espontáneo y fácil; y a veces entrecortado, telegráfico, veloz.” Gustándome la mayor parte de los relatos, mi entusiasmo con el libro se debe más a los segundos, los entrecortados, los que parecen saltar caprichosamente de memoria en memoria.

Seguramente tenga toda razón Davis cuando adjudica el adjetivo espontáneo al primer bloque de cuentos. Sin embargo, son los del segundo los que a mí me han transmitido un mayor aire de libertad, una mayor sensación de "verdad", de falta de filtros, y más me han emocionado. A esa capacidad para emocionarme se suma (más bien, se multiplica) su capacidad para sorprenderme, su inteligencia para sugerir mucho con muy poco, su habilidad para envolver en sonrisas, ya compasivas ya alegres ya amargas, la tristeza, la desilusión, la añoranza que rezuman muchos de sus relatos.

Lucía es una mujer con un enorme atractivo físico y personal, con una mirada que te atrapa y te somete, y no me refiero solo a sus ojos, preciosos, sino también a como esos ojos ven, a como esos ojos nos ven y, por encima de todo, a como ven a Lucía. Contradiciendo a la cita de Huidobro que encabeza uno de los mejores cuentos (“A ver esa sonrisa”), esa mirada, esos ojos, atraen más que la tumba, quizás porque trasmiten lo mismo que ella. Cualquiera hubiera podido advertirle aquello que le auguró una adivina: tendrás muchos amores y muchos problemas. Estar cerca de ella debió de ser lo más parecido a estar en el cielo y en el infierno al mismo tiempo, incluso de forma simultánea. Una persona impredecible, contradictoria, intensa tanto para lo bueno como para lo malo, incapaz de evitar la tentación, de sustraerse al placer del momento o de evitar el dolor momentáneo sin que las consecuencias que sus actos puedan tener sobre sí misma o en los demás pasen en ningún momento por su cabeza o tengan la fuerza suficiente para retener sus instintos. Alabo el conocimiento que tenía de sí misma y su valentía al afrontar su interior y hacernos partícipes de él (fantástico y terrible la verdad de Silencio). Y, aunque nos pone delante su infancia y la relación que mantuvo con su madre, no tengo la impresión de que Lucía se parapete tras ese escudo, al menos no totalmente. En fin, qué terrible y qué maravilloso tuvo que ser estar a su lado.
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