Las despedidas

Para bien o para mal, la fuerza de los recuerdos puede ser poderosa. El paso del tiempo, lejos de diluirlos, puede encarnarlos hasta crear un dolor profundo o bien engrandecerlos hasta volvernos nostálgicos de un tiempo pasado que, no dudamos, fue mejor. En ambos casos, la despedida es larga y difícil.

Diego, después de veinte años, se reencuentra con una parte de su pasado cuyo presente insatisfecho romantiza hasta el punto de hacerse preguntas que podrían cambiar su futuro.

Acudí a la llamada de Las despedidas empujada por la fama que Los días perfectos había otorgado a Bergareche, pero tal vez me equivoqué de novela. Tal vez tendría que haberme estrenado con esa que lo ha encumbrado o puede que, simplemente, no sea un autor para mí.
Si algo le pido a un libro es salir de él diferente a como he entrado. No tiene que cambiarme la vida, ni abrirme necesariamente los ojos a algo, pero sí debo sentir que esa historia ha pasado por mí, que sus personajes han vivido conmigo y evolucionado de algún modo. No me ha ocurrido.

Se ponen sobre la mesa temáticas interesantísimas: las imposiciones sociales, las apariencias, el suicidio, el duelo… pero, para mi gusto, no se ahonda en ninguna. Diego vivirá muchas cosas en estas páginas y, sobre todo, cavilará sobre ellas. Aun así, cuando termina la novela, siento que no ha evolucionado nada, que sigue siendo el mismo que al principio, que no ha habido aprendizaje. Puede que no haya sabido verlo, no os lo voy a negar porque me ha costado empatizar con él, o puede que el mismo autor no haya buscado cambios en él como una muestra de la conformidad, aceptación o pasividad con la que viven algunas personas. Sea como fuere, esta historia no ha sido para mí.