Las despedidas

   Vivimos en la era de la inmediatez y, al mismo tiempo, en una sociedad que cada día deja menos espacio a lo espontáneo, al momento como algo único que no volverá a repetirse. Nos fabricamos una falsa sensación de perdurabilidad a base de fotografiarlo todo, de contarlo todo en las redes; para que nada se pierda, como lugar al que recurrir para recordar. Para que nos recuerden. 

   Nos convencemos de que el amor va de la mano de la estabilidad, de los aniversarios, de los hijos, las hipotecas, el éxito y las noches en vela preocupados por tonterías supremas que asociamos a la felicidad. 

   Pocos son los que desvían la mirada durante un día, un fin de semana, y la dejan vagar por horizontes desconocidos para descubrirse a sí mismos disfrutando, por primera vez, de algo tan simple como una canción.

   ¿Te han abrazado como si no existiera nada en el mundo más allá de ti? ¿Te han escuchado con tanta atención que has sentido que nadie más importa? ¿Y si la persona que hace todo eso es una perfecta desconocida, qué harías? ¿Te atreverías a dejarlo pasar?

   Hay minutos que valen por toda una vida.

   Hay despedidas que nunca serán un final.