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Crítica de Guille63


Guille63
12 March 2023
“Esa anomalía de la naturaleza que se llama la vida necesita estar basada en el capricho, quizá en la mentira”

Baroja tuvo que ser un tipo bastante irascible, amante de la humanidad soporta a contados de sus ejemplares, admirador de la inteligencia humana le irrita la estupidez de la mayoría. al igual que su personaje Andrés Hurtado, odiaba al rico sin tener simpatía por el pobre. Iconoclasta, tocapelotas, misógino y antisemita, escéptico hasta la médula.

"No existe verdad política y social. La misma verdad científica, matemática, está en entredicho, y si la Geometría puede tambalearse sobre las bases sólidas de Euclides, ¿qué no les podrá pasar a los dogmas éticos de la sociedad?"

Vamos, un tipo encantador al que, por otra parte, comprendo perfectamente y guardo mucha simpatía. A nadie se le escapa que la primera víctima de su rabia y aspereza tuvo que ser él mismo. de ahí la profunda desconfianza que siente por el hombre (“canalla, idiota y egoísta”) y por la vida (“una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros”), su inmenso pesimismo (“Lo que hace a la sociedad malvada es el egoísmo del hombre, y el egoísmo es un hecho natural, es una necesidad de la vida… ¿Es que tú crees que el egoísmo va a desaparecer? Desaparecería la humanidad”).

El árbol de la ciencia es, según sus propias palabras, su mejor novela, la más acabada y completa. Está compuesta por una serie de capítulos muy breves en los que, con el hilo conductor de la búsqueda de Andrés Hurtado de su sitio en la vida, se recogen escenas, impresiones y anécdotas, cómicas algunas, tremendas otras, sobre multitud de personajes y personajillos que describen el ambiente corrupto y pacato de aquella España de “chulos y señoritos juerguistas” de finales del siglo XIX.

Junto a este desfile de individuos e individuas, cínicos, pusilánimes, aprovechados, esclavos con espíritu de esclavitud, algunos grotescos, otros dignos de lástima, Baroja despliega de forma paralela su concepción filosófica de la vida a través de las conversaciones que Hurtado entabla con su tío Iturrioz. Que nadie se asuste. Baroja mantiene en esta parte, como en la otra, su estilo sencillo y llano con el que evita en todo momento aburrir al lector, ser cargante, oscuro o grandilocuente.

En una de estas conversaciones es donde sabremos del árbol de la ciencia, del árbol del bien y del mal, en oposición al árbol de la vida, uno de los capítulos más lúcidos de los recogidos en la Biblia. Mediante esta fábula sobre el fruto del árbol del bien y del mal se representa el paso que dimos de ser poco más que meros animales viviendo en armonía con la naturaleza a seres con conciencia del bien y del mal y de sí mismos (“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos” Génesis 3.7). Un paso que la Biblia expone como castigo a un pecado que todos penamos desde aquel momento.

En este mismo sentido, Baroja plantea que la sed de conocimiento lleva al hombre a su propia ruina (“es como la mariposa que rompe la crisálida para morir”), siendo aquel que “no ve las cosas como son, porque no le conviene” el individuo que puede ser “sano, vivo, fuerte”. Y concluye: “El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse.”

Una situación jodida esta que plantea Baroja: cuánta más verdad encontremos, más infelices seremos. Puestas así las cosas solo quedan dos salidas.

“Ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.”

Y aún queda otra más, la de Andrés Hurtado.
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