Comencé a leer este libro un domingo, el mismo día en que lo terminé. Permafrost es muy adictivo y durante su lectura tenía continuamente en mi boca una sonrisa incómoda a costa del humor negro y sarcástico de Eva Baltasar. Admiro la capacidad de la protagonista de ver la superficialidad, de soltar verdades como puños y cargar contra el positivismo de marketing y libro. El permafrost es esa capa del suelo permanentemente congelada, en este caso es el tejido que la protege del mundo.
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