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Como hago siempre cuando reseño un libro de Masa Crítica me gusta agradecer el envío del ejemplar, tanto a Babelio como a Blackie Books. Y que todo sea dicho, es una de mis editoriales favoritas: súper fan de la perrita Blackie que no creía en Dios y tampoco le fue tan mal-. Todo empieza con un choque. Un accidente de tráfico. “Cualquier conductor temerario me puede borrar del mapa. Estoy atrapada en un cuerpo frágil.” En la visita al hospital (donde todos me conocen) me he hecho la valiente y solo espero que el señor que me ha cedido el asiento en el bus no se muera por mi culpa. Entre recuerdos sobre gaviotas en la playa y un incendio gigantesco acabo en el 1919 de Peach Tree Crescent: una gigantesca iglesia gótica. Y esto es lo raro, no ha sido para evangelizarme (soy atea y lesbiana), pero acabo de secretaria, pensando en el infierno y concentrándome en respirar. Lo habéis entendido bien: una atea y lesbiana obsesionada con la muerte trabajando de secretaria de un cura. Soy Gilda y tengo miedo a morir. ‘Vamos a morir todos' de Emily Austin ha sido todo un soplo de aire fresco -o una hostia con la mano abierta. Acostumbrada a leer sobre thrillers y novelas negras de macabros asesinatos se me había olvidado un poco lo verdadero de la muerte. Y ha llegado Gilda, con todos sus miedos, inquietudes, preguntas (¿es que alguien se identifica con el adulto en el que se ha convertido?) y me ha abrazado un poquito cuando me he bebido sus primeras 100 páginas de un sorbo, he sonreído con un toque de melancolía porque el humor está en cada recoveco, y hemos bailado juntas entre su pasado y su presente “En el mundo hay tanta tristeza que esta tristeza queda eclipsada. Eso no lo hace menos triste, solo que en la tierra hay tanta tristeza que esta se vuelve trivial…” |
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