La novela maravillosamente bien lograda mantiene al lector intrigado de principio a fin y, a pesar de ser larga, es muy rápida de leer. Atwood crea un mundo distópico que bien podría derivarse de nuestra realidad actual a causa de muchas de las prácticas sociales que caracterizan al mundo contemporáneo (la búsqueda de libertad y equidad de la mujer, los gobiernos autoritarios, etc.), por lo que no solo parece una ficción sino un posible futuro que se llega a entrever en nuestro panorama. Esto último ayuda a crear en el lector una sensación angustiante que no permite soltar el libro para seguir conociendo la historia y el contexto de Defred, la protagonista. Una realidad en la que el patriarcado se instaura como una liberación total de la mujer, en tanto que esta ya no es víctima de violencia sino parte esencial de una sociedad. Las contradicciones que abundan en la novela permiten observar la horripilancia del sistema instaurado en la nueva República de Gilead, que sustituye a los Estados Unidos en esta gran obra que, además, permite no solo echar a volar la imaginación del lector por su realidad distópica, sino evidenciar rasgos fundamentales de la naturaleza humana y cuestionar entre líneas todas las instancias autoritarias de nuestra vida.
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