El hombre bicentenario

Isaac Asimov fue un escritor y profesor de bioquímica, miembro de Mensa y que se dio a conocer con su famosa trilogía de “La Fundación”.

A pesar de ser lector de ciencia ficción y especialmente de Isaac Asimov, este pequeño relato no lo leí hasta después de ver su adaptación cinematográfica donde se recrea ampliamente en él y profundiza más en los personajes, especialmente en su protagonista Andrew.

El libro nos relata como un robot, Andrew, dotado de un cerebro positrónico y con consciencia propia debido a una anomalía en su construcción, logra tras una serie de cambios convertirse en un robot con apariencia de ser humano mediante técnicas de protesiología de la que Andrew es su creador como sistemas digestivos que le permite comer como los humanos o sistemas para tener la sensación de hambre o la producida por el sexo.

Las técnicas creadas en estos avances protésicos son adoptadas posteriormente por los seres humanos y le permiten a Andrew obtener unos enormes beneficios con la que compra su propia libertad convirtiéndose en el único robot libre, más tarde, solicita ante un alto tribunal ser considerado como un ser humano y no como un robot, pero justo cuando se va a convertir en un “hombre” bicentenario, decide poner fin a su única diferencia con el ser humano, la inmortalidad.

Es un cuento que nos transmite los valores más intrínsecos al ser humano como la bondad, la amistad y el amor y como éstos pueden llegar a crearse en un robot al que se dota de conciencia.

Este relato fue merecedor de los prestigiosos premios literarios Hugo en 1977, Nébula en 1976 otorgados por la asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA) y Locus en 1977 otorgados por la revista estadounidense “Locus Magazine” y está considerado un clásico de la ciencia ficción.