Es un jardín. Un rincón poético, una fontana rumorosa, la luna discreta, dos amantes apasionados. De pronto los amantes, yo no sé por qué, se miran, se prenden de las manos, se atraen. Y un beso une sus labios; un beso largo, prolongado; uno de esos besos de “cine”, durante los cuales todo se atenúa, se desvanece, se esfuma, se borra, y aparece un letrero que dice Milano Films.
|