La señorita de Trevélez de Carlos Arniches
Es un jardín. Un rincón poético, una fontana rumorosa, la luna discreta, dos amantes apasionados. De pronto los amantes, yo no sé por qué, se miran, se prenden de las manos, se atraen. Y un beso une sus labios; un beso largo, prolongado; uno de esos besos de “cine”, durante los cuales todo se atenúa, se desvanece, se esfuma, se borra, y aparece un letrero que dice Milano Films.
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