Mira a esa chica

Escrito en segunda persona, exceptuando algún que otro capítulo que está en primera o tercera persona desde el punto de vista de diferentes personajes, este es un libro muy crudo, muy incómodo de leer, más sabiendo que está basado en hechos reales, unos hechos que nos pusieron a todos los pelos de punta en España: una violación en la que a la víctima se la miró con lupa y a la que se puso en entredicho desde determinados grupos.
Me da igual cómo vaya vestida la chica, qué haya bebido/fumado/esnifado, en qué estado ni a qué hora vuelve a su casa, los pelos que lleva o no lleva en el mismísimo o a cuántos se haya “tirado” en el pasado. ELLA es la que decide, pues es su cuerpo, nadie más puede tomar ninguna decisión. PUNTO.
Una lectura que no me ha resultado nada fácil, yo he sido una de esas chicas que salían en grupo, pero mi grupo éramos realmente amigas y nunca, nunca dejábamos sola a la más perjudicada, era una LEY entre nosotras. Éramos cinco, seguimos manteniendo el contacto aunque nada sea igual, alguna casada, alguna divorciada, todas con hijos de diferentes edades y viviendo en diferentes lugares, pero cualquiera de nosotras podría haber sido Miriam, o cualquiera de esas chicas que no vuelven a casa porque un degenerado se ha cruzado en su camino.
Algunas partes, sobre todo de los pensamientos de la gente, me han indignado hasta casi hacer sacar humo por las orejas, pero es que hay gente así en la vida real, que da su opinión sin conocer, porque es fácil echar mierda encima de alguien caído. ¡Qué valientes!
Creo que es igual de desagradable de leer como necesaria, para aprender a no juzgar a la persona que ha quedado traumatizada de por vida, para ponernos un poquito en su piel (a algunos les resultará más fácil que a otros, eso seguro) porque ninguna mujer (bueno, ninguna persona, en realidad), debería sentir miedo de pasar por ninguna calle a ninguna hora. La vida es corta, disfrutémosla como cada quiera, sin la necesidad de hacer daño. Por favor, es importante que aprendamos a escuchar al que quiere contar algo doloroso para él, sin juzgar.
Un libro que recomiendo leer a partir de los 18 años, porque todas y todos hemos sido adolescentes, porque los niños y niñas de nuestro alrededor deberían llegar a serlo sin haber pasado un verdadero calvario. Todos debemos aprender a vivir en sociedad, con las normas establecidas.