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En esta ocasión Chéjov me ha deslumbrado con esta novela corta que escribió en 1894. En ella, vivimos la noche de Navidad y el veinticinco de diciembre junto a Anna Amíkovna, la heredera de una importante fábrica rusa. A pesar de ser rica, Anna proviene de una familia obrera y a sus veintiséis años se mueve entre dos mundos –el de la infancia y el de origen– y no sabe si tiene que casarse con un noble o con un comerciante. Chéjov nos presenta un personaje que no acaba de encontrar su identidad; tiene remordimientos por el hecho de ser rico y se siente incómodo ante el vasallaje que le rinden los trabajadores y los otros miembros de la colonia. Un libro que hace reflexionar sobre quién somos y sobre la importancia que damos a las convenciones sociales a la hora de tomar decisiones cruciales en nuestras vidas. «Anna Akímovna tuvo ganas de lavar, planchar, correr a una tienda o a la bodega, como hacía cada día cuando vivía con su madre. ¡Cómo le gustaría ser una trabajadora más y no la dueña!» |
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