A partir de un estilo elegante y nostálgico,
Anton Chéjov nos narra la vida de una serie de mujeres que conviven en el mismo hogar. Por un lado, tenemos a Anna Akimovna,. Ha heredado la fabrica tras la muerte de su padre y su tío, pero la fortuna no termina de llenar el vacío que hay en su corazón. No encuentra su lugar en el mundo y se debate entre ser una mujer libertina como le aconsejan todos, incluido el abogado de la familia. Siente la conexión con la clase obrera por sus orígenes, pero heredar una fortuna la aleja. No sabe cuál es su lugar y su edad no ayuda. Por otro lado, la tía de Anna nos presenta la libertad tras la pérdida de su marido. Regenta una casa donde acogen mujeres de todo tipo y es la que domina sobre todo en aquella planta. Por último, Masha, la criada de Anna, representa el opuesto, sueña con casarse y sabe el lugar al que pertenece.
Nos muestra cuatro tipos de mujeres: aquellas casadas que ven mal a las que no lo están, las solteras que sueñan con casarse, las solteras que quieren disfrutar de la vida y las viudas a las que nadie le cuestionan lo que hacen. Además, nos presenta dos clases sociales: los trabajadores que se arriesgan la vida por llevar dinero a sus hogares y las clases altas que los dirigen. Esto se ve representado, además, con una mezcla entre optimismo desbordante y oscuridad que dota la historia de cierto grado de realismo.
Esa combinación de optimismo lo vemos, sobre todo en Anna, quien ríe y se siente decidida durante unos minutos hasta que observa la crueldad del mundo donde sus trabajadores se quedan sordos, ya no la conocen y mienten para conseguir dinero que gastar en vodka. También lo tenemos en esos pequeños momentos en los que parece que Masha conseguirá el matrimonio que tanto desea o que Anna encontrará lo que llenará su vida del amor que le falta. Sin embargo, todo desaparece cuando Misha, el amor de la criada, decide que ella no es para él, aunque Anna le prometiese pagar una generosa dote y cuando llega la noche del día de navidad y la protagonista comprueba que sigue atrapada en el mundo.
Con pocas palabras (noventa páginas de relato) es capaz de traer a la luz matices diferentes de la sociedad rusa de su época y dejarnos con la boca abierta. El vacío que siente Anna se ve reflejado en esa nostalgia que impregna cada página. Es interesante ver como ella se debate entre una clase y otra (su origen y su futuro), entre creer en la bondad de la gente y ver la maldad, entre un casamiento y la soltería... También es increíble como ese debate interno se refleja en el exterior, en el trato dicharachero con el que se dirige a unos y la negatividad con la que habla de otros.
En conclusión, este relato nos hace reflexionar sobre la corrupción de la sociedad rusa de la época del autor, sobre lo que se esperaba de las mujeres y sobre como la vida puede convertirse en una tortura cuando te debates entre dos opciones que no comprendes.
Anton Chejóv utiliza un estilo sencillo, elegante y nostálgico que capta tu atención, aprovechándose de los monólogos internos de la protagonista, para hacerte pensar.
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