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Crítica de AnnieMoneth


AnnieMoneth
11 January 2023
El prisionero de Zenda es una novela de aventuras tan familiar para algunas generaciones como Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo o La pimpinela escarlata, entre otras.

El prisionero de Zenda fue publicada por primera vez en 1894 y rápidamente alcanzó un éxito rotundo en una época en la que triunfaban las novelas románticas y de aventuras, con romances imposibles, intrigas políticas, duelos a espada, héroes honorables, bellas mujeres en problemas, villanos y traidores… Estos elementos los encontramos en El prisionero de Zenda, novela de aventuras perteneciente al subgénero de capa y espada, algo menospreciado y olvidado en la actualidad que, para alegría de muchos nostálgicos y jóvenes lectores de corazón intrépido, la editorial Zenda decidió sacar, hará ya tres años, de su injusto retiro a través de la colección Zenda Aventuras.

Escrita en primera persona por el protagonista de la historia, El prisionero de Zenda es una novela ligera que narra las peripecias en que se ve envuelto Rudolf Rassendyll —un joven caballero de noble cuna descendiente de los Rassendyll de Inglaterra, si bien con la nariz y el cabello que siempre ha distinguido a la casa real de los Elphberg de Ruritania—, cuando decide asistir a la coronación de Rudolf V en Strelsau, Ruritania. Una conjura y el notable parecido entre los dos parientes lejanos del mismo nombre serán el detonante de una arriesgada aventura para salvar la corona y en la que Rudolf Rassendyll tendrá que elegir entre su amor y su honor.

No voy a decir nada más de su argumento porque estoy de acuerdo con las palabras expresadas por Arturo Pérez-Reverte en el prólogo de esta edición, entre las que destaco las siguientes:

"El prisionero de Zenda nos brinda la oportunidad de conocer un mundo que ya sólo es posible en la imaginación, en las bibliotecas y en la memoria." -Arturo Pérez-Reverte.

La novela se lee de un tirón, pues la trama está llena de acción, cambios en la suerte y pinceladas de humor. Disfruté como una enana sumergiéndome de nuevo en esos diálogos brillantes donde los personajes tiran de ironía y frases con doble sentido para salvaguardar la compostura, y erigiendo en mi mente, una vez más, los muros de piedra y el foso del castillo de Zenda. Un castillo tan notable como lo pueda ser el de Neuschwanstein, sito en Alemania —que inspiró a Walt Disney para la creación del castillo de la Bella Durmiente—, con la salvedad de que el primero y su localización, Ruritania, solo existe en la imaginación de los lectores y en la literatura de ficción.

Como sucede con otras novelas del mismo género donde la acción es lo más sobresaliente, no se ahonda en el aspecto psicológico de los personajes a pesar de estar narrada en primera persona. Anthony Hope dotó a su héroe protagonista, Rudolf Rassendyll, de las características de caballerosidad, elegancia, gallardía, valentía, inteligencia y honorabilidad; con conocimiento de idiomas y diestro en el arte de la espada. A la princesa Flavia, de belleza, decoro y de una educación y modales exquisitos. Ambos comparten el mismo código de honor que les obliga a anteponer éste a sus propios intereses, lo cual se refleja en la novela. Michael el Negro, hermanastro de Rudolf V de Ruritania, es envidioso y confabulador. Rupert de Hentzau es el personaje que más me gusta —de hecho, da título a otra novela de Anthony Hope—: es un villano inteligente, guapo, insolente, descarado, audaz y buen espadachín. La discreción, la lealtad y la valentía son cualidades que comparten el viejo coronel Sapt y Fritz von Tarlenheim, ambos al servicio del rey. Por supuesto, hay más personajes en la historia como Antoinette de Mauban —una mujer que jugará una baza destacada en cierto punto de la trama—, George Featherly, etc.

No puedo dejar de comentar una cuestión que no recordaba de las lecturas que hice en mi adolescencia. Me refiero a ciertas expresiones y juicios de valor en relación con las mujeres, no aceptables hoy en día; no obstante, conviene aclarar que esas expresiones no reflejan más que la situación de la mujer en una época pasada, ya superada —al menos en Europa—, y al leerlas hay que ser conscientes de ello y no sacarlas de contexto; y, sobre todo, reconocer el humor británico.

El prisionero de Zenda fue llevada al cine en varias ocasiones. Arturo Pérez-Reverte repasa en el prólogo cada una de esas adaptaciones. Yo la que recuerdo —y por la que conocí la existencia de esta novela— es la protagonizada por Stewart Granger y Deborah Kerr, en 1952, junto a James Mason como Rupert de Hentzau. Confieso que he vuelto a ver la película tras releer esta novela, y he sonreído con cariño en algunas escenas y ruborizado ante los acordes de la música de fondo que era habitual escuchar en las escenas de amor del cine de aquella época. Ha envejecido…, sin embargo, lo importante sigue ahí.

El prisionero de Zenda es un libro para nostálgicos de las novelas de capa y espada y para jóvenes lectores que deseen viajar al pasado y vivir con la imaginación un tipo de aventura diferente. Una novela entretenida, divertida y amena.

Enlace: https://despertaresdestonewa..
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