No suelo ver telediarios, lo que conlleva perderme las magníficas crónicas culturales y poéticas que aporta el periodista Carlos del Amor, con su inconfundible estilo y aterciopelada voz. Afortunadamente las redes sociales permiten rescatar, de cuando en cuando, sus más destacados reportajes, muchas veces emocionantes, como durante la pandemia o con ocasión de fallecimientos de personajes relevantes. Su aportación al mundo del arte, en el libro que nos ocupa, es también muy relevante, por la labor de democratización que realiza, por la visibilización de mujeres artistas y por cómo deja volar su imaginación al contemplar un lienzo. Me cuesta bastante leer cualquier cosa que no sean novelas, pero al ritmo de un relato cada día, escuchando en mi cabeza al narrador, he disfrutado de esta original obra que me provoca ganas de visitar todos los museos en los que se encuentran los cuadros descritos. |