El viento que arrasa

Desde que descubrí a la autora con la maravillosa “ladrilleros”, supe que no sería el único libro suyo que leería. El estilo de Almada no sólo es muy cómodo para el lector, en cuanto que no se extiende en exceso en los acontecimientos, sino que además construye en pocas páginas unas ambientaciones magistrales y unos personajes con mucho trasfondo, aunque se diga poco de ellos.

Y en esta ocasión vuelve a ser así. En un único escenario, en el que un reverendo y su hija acaban a causa de una avería, se desarrolla esta historia en la que se verán inmersos otros dos personajes: los responsables de una especie de taller que echarán una mano a este predicador. Mientras intentan reparar el vehículo, una serie de conversaciones y pensamientos determinarán el rumbo de algunos de ellos. Dos adultos con visiones muy distintas y dos jóvenes que rememoran pequeños destellos de personas importantes que quedaron en el pasado.

Pero para mí, el protagonismo de esta obra radica sin duda en la potente atmósfera que es capaz de lograr la autora sin entrar en demasiado detalle. Me parece un ejercicio narrativo de una calidad soberbia.

No se trata de una novela en la que ocurren demasiadas cosas. Es una obra cuyo disfrute se halla en la prosa. Nuevamente repito lo fácil que es leer a esta escritora. de hecho, lo he terminado en pocas horas.

Desde luego, Selva Almada tiene un estilo muy personal que hace las delicias de aquellas personas que disfrutamos con historias cotidianas en las que asistimos a las interacciones entre personajes con sus luces y sombras que se mueven en espacios desolados o azotados por cierta miseria.

Una autora que a partir de ahora no dejaré de recomendar.