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Crítica de Gemmaentrelecturas


Gemmaentrelecturas
18 June 2022
No es la Isabel Allende de siempre, aunque sí es su esencia, no profundiza, da pinceladas del momento Histórico y de los personajes, lo justo para situar al lector. Y aunque pueda parecer que es negativo, para mí no lo fue, necesitaba una lectura ligera, no exenta de reflexión, para quitarme el poso de mis dos lecturas anteriores, al final la reflexión la tuve y larga.
 
«El viaje de la vida se hace de largos trechos tediosos, paso a paso, día a día, sin que suceda nada impactante, pero la memoria se hace con los acontecimientos inesperados que marcan el trayecto».
 
                Es una lectura sencilla con una trama conocida, la fortaleza de una mujer que narra a grandes rasgos los casi cien años de su vida, y en una vida suceden tantas cosas, que al final de ella, aunque parezca que lo narrado sucedió ayer, ha trascurrido un siglo y apenas recuerda a Fabián, el primer marido que tuvo y del que no le quedó ni rastro sobre la piel.
                Y cómo siempre aprendo algo nuevo, la madre de Violeta, María Gracia, casada desde hacía años, ocultaba las barrigas de los embarazos a los ojos del mundo, «eran de pésimo gusto». Isabel Allende dice en una entrevista, «Cuando le digo a un hombre que las mujeres vivimos con miedo no lo entiende». ¿Qué hay de mal gusto ver el cuerpo de una embarazada?
                En esta novela Isabel Allende se enfrenta de nueva a su duelo personal, el que por muchos años que pasen no se deja de llorar, la perdida de un hijo. Pero mi foco de atención lo poso en una frase inquietante y en una reflexión que hará más adelante Juan Martín:
 

«Les conté de Nieves, maldiciendo a Julián Bravo por el daño que le había hecho a su hija, por la crueldad que le infringió a su hijo y por el maltrato que yo había recibido de él».

¿Dónde queda la responsabilidad de Violeta como madre? 
                La novela de Isabel Allende mantiene un debate, no sé si consciente o inconsciente, un triángulo con tres esquinas y en el centro Nieves. Violeta sufre maltrato y, en cierta forma, toma tras el nacimiento de su hija una decisión casi coaccionada, por qué casi, no podemos olvidar el carácter indómito de Violeta, no le importó separarse de Fabián, tenía independencia económica y una familia que le respaldaba, ¿en el fondo esa decisión, tomada en ese momento, no fue en parte suya? ¿Qué luego con los años se arrepintiese y buscase un culpable? Sí. Pero cuál es la postura de Juan Martín, que le dice desde niño a su madre, qué le hace su padre, ¿por qué Violeta no responde? «¡Hasta cuándo lo mimas, Violeta! Lo estás criando para maricón», y con la perspectiva que da la novela, y ante la actitud de la madre ante los hijos, de verdad, de verdad ¿nos extraña ese final para la relación filial que tenía?
                Dice en un momento de la obra, «Mi hija creció consentida y egoísta», y lo dice de tal forma que parece que nada tuvo ella que ver, por lo tanto, la responsabilidad de su final, nuevamente no recae en ella, sino en Julián, el villano de nuestra historia, que lo es, no digo lo contrario, pero vuelvo a recordar, Violeta tenía posibles y ya no estaba enamorada de él.
                Así que, lo que al principio os he dicho que era una novela de sencilla interpretación, resulta que genera una reflexión, ¿tenemos algo de responsabilidad cuando nos limitamos a ser simples espectadores?
                Y he de decir algo que sorprenderá a más de un lector, pero Violeta se me presenta como una mujer fría y desligada de sus hijos que intenta remediar el error con su nieto. Abro debate.

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