La casa de los espíritus

Por sus similitudes con Cien años de soledad, durante buena parte de esta novela, no he podido evitar hacer comparaciones de recursos y elementos que, aun funcionando, me han resultado mucho menos fluidos en La casa de los espíritus. Uno de los fallos que le veo a la historia son los cabos sueltos; hay ciertos detalles que se abren y quedan para siempre en el aire, esto de por sí no me molesta, pero si se le da una importancia significativa a un evento durante la trama, espero que quede completamente resuelto. En esa misma línea, hay personajes que no aportan nada a pesar de ser muy importantes. de primeras podría nombrar tres de ellos que si desaparecieran, no cambiaría nada significativo en la historia. También siento que el ritmo de la parte media del libro podría haber sido más rápido, de alguna manera me habría encajado mejor.

Por todo esto, pero sin dejar de lado que es una historia interesante, con un estilo muy agradable y que contiene una gran crítica social dulcificada por ese realismo mágico, el libro iba de cabeza a las tres estrellas de cinco. Un buen libro, un libro que recomendaría, pero sin más. Y entonces llega el último cuarto de la lectura.

En lo que tardas en pasar una página estamos en medio de una trama socio-política que se desarrolla bestialmente, con ese ritmo frenético que he echado de menos el resto de la novela. La autora se tira de cabeza a describir y denunciar la realidad de muchos países latinoamericanos y no se detiene hasta llegar al golpe de estado militar. Todo lo que ocurre en esta parte final, sin dejarse una coma, es el tipo de historia que deberíamos estar leyendo. Es brutal, crudo, valiente y necesario. Es un grito contra el fascismo, contra el capitalismo y contra la violencia y el machismo. Es todo lo que tiene que ser, me tuvo hasta la madrugada para terminarlo porque no podía parar y… no sé que más decir para que lo leáis: ¡leedlo!