Aristóteles y Dante se sumergen en las aguas del mundo

El libro comienza inmediatamente donde termina el primero, donde los protagonistas conversan lo que se les vendrá por delante, confiesan sus sueños y temores, pero sobre todo temores. El enorme miedo que tienen es por ser distintos en un mundo que no los tolera, un mundo que los ha violentado y atacado en más de una ocasión, un mundo intolerante que cada día va generando más rechazo hacia la gente como ellos.

Es esta secuela, la historia no girará en torno a conocer el universo que yace al interior de cada uno, sino que tendrán que sumergirse en las profundas aguas de un basto mundo desconocido y hostil, a fin de trazar un mapa para los exploradores que serán como ellos.

Tanto Aristóteles como Dante deberán aprender a llevar una relación como la suya en una sociedad que los discrimina, al mismo tiempo que intentarán no perderse en las aguas del otro, administrando sus responsabilidades y pensando en cómo contarles su secreto a su entorno y mantener su relación una vez terminada la secundaria.

Todo esto sucederá mientras a su alrededor ocurre la terrible pandemia del SIDA que azotó al mundo en los años ochenta. La expansión del virus que asesinó a miles de miembros de una comunidad, ya de por sí obligada a arrastrarse por los márgenes de una sociedad y que, posteriormente, ayudó a estigmatizarlos frente a un mundo incapaz de aceptar su disidencia.

Así que Ari y Dante se tienen que volver cartógrafos de un nuevo mundo, trazando un mapa de un país propio, que solo sea suyo, y aunque los dos sabrán que ese país desaparecería, casi tan rápidamente como habría aparecido , tendrían ciudadanía plena en ese país y serían libres de amarse el uno al otro. Juntos así habrían encontrado el lugar al que pertenecían.

En esta secuela veremos a un Ari más maduro, cada vez más hombre y menos niño, que es capaz de enfrentarse a sus peores pesadillas, ponerles remedio y al final tiene la iniciativa de tener ese encuentro deseado que al final conseguirá hacerlo libre.

Cada vez más unido a sus padres, sobre todo a su padre donde iremos viendo cómo poco a poco va soltándose más y habla de sus temores y vivencias donde le explica a su hijo que por ir a una guerra uno no es un héroe, sino una persona, y como persona es sagrada.... pero un acontecimiento acarreará el tener que seguir avanzando por la vida con más pesar, pero donde también aprenderá que pese a todo, la vida está para eso...para ser vivida.

En este libro tomarán más protagonismo sus "amigas", porque al final se convierten en eso, amigas en mayúsculas, esas que estaban ahí pero no de paso, sino que se quedaron para siempre, y consiguen ayudar a Ari y a Dante en sus momentos más duros pero también consiguen que se diviertan, que dejen ya esa soledad autoimpuesta y sean lo que son, chicos normales en una sociedad que piensa que si eres gay no eres un hombre.

Me ha gustado mucho como en esta secuela Aristóteles escribe un diario, dirigido a Dante que le sirve para poder expresar sus sentimientos más íntimos, esos que te desnudan y por eso no quieres compartir con nadie pero también todo aquello que le preocupa, o esos interrogantes que todos tenemos en la cabeza y que a veces no nos dejan en paz hasta que los resolvamos.

Un bonito libro, donde hay muchos momentos de empatía con los protagonistas, que resultan muy tiernos porque al final todos hemos sido adolescentes, hemos tenido dudas, deseos, miedos, inquietudes, el mirar hacia adelante y no saber bien qué es lo que nos depara el futuro pero aún así nos sumergimos en esas aguas, seguimos nadando aunque sea a contracorriente, pero con la convicción de que llegaremos a tierra.

Porque al final, todos somos cartógrafos... todos. Todos queremos escribir nuestros nombres en el mapa del mundo y hacer como Ari y Dante, ir de la mano por el desierto cuyo cielo es estrellado.