Cómo me hice monja

No puedo decir que no me gustó. Si es por eso, me gustó mucho. Ahora bien, hay ciertas cuestiones que me quedan pendientes. La primera, el título. Sí. En las setenta y pico de páginas de la edición que leí, no aparece ni se menciona una monja, como tampoco, la niña llamada Cesar Aira manifiesta vocación religiosa alguna. Ni nadie de su familia, ni de los personajes que aparecen en la acción. Voy a tomar este título como un chiste que Aira le hace al lector, una cuestión más para no poder dejar de leer.

La cuestión es narrar las vivencias desgraciadas y casi perversas de una niña de seis años que acaba de mudarse desde Pringles a Rosario, y a la que su padre invita a tomar un helado, el primer helado de su vida.Y que será el único, y no el último, porque al final, la crema helada vuelve a aparecer, y de modo desagradable, como al comienzo.

Tal vez, estas dos cuestiones sean una zanahoria enganchada en un palito para que leamos y leamos y leamos buscando alcanzarla, y nunca llegamos a poder comerla. Por lo demás, es excelente. Los temas inexplicables de la niñez, como la indiferencia de las/os adultas/os que les rodean, contadas en primera persona por la mirada de una niña. O del recuerdo de aquella niña.

Muy recomendable para aquellas personas que no necesiten que todo cierre.