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Compré este libro con la idea de llorar. Llorar mucho. Y sí lloré, pero no por la idea original, sino por algo más profundo. No les pasa que los personajes de un libro se vuelven tan conocidos, tan propios que... Los extrañas, pues así me paso con Todos los días son nuestros. La historia de María y Emiliano no es que sea tan única, sino es que tan propia, la puedes tomar y sentir que encaja con tu piel fácil. Y eso es lo que me encantó, sus personajes son humanos y fáciles de comprender, nos permite sentirnos ahí. La narrativa de Catalina Aguilar Mastretta es sencilla, dulce y cautivadora, no puede evitar adorar esta historia. María es nuestra narradora pero no única protagonista ya que está historia nos habla de ella y Emiliano, de sus 10 años de relación, de cómo todo terminó y su forma de intentar reconstruir su mundo y a ellos mismos. El resto de los personajes son tan cálidos que brindan consuelo, apoyo y fuerza para nuestros protagonistas. Lo maravilloso aquí es que el reconstruirnos cuando nuestra realidad se viene abajo es un proceso tan natural pero tan desconocido y doloroso que deseamos evitar a toda costa y nos creemos solos. Pero claramente no lo estamos. |
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