Nohi: Como un barco a la deriva

—Te recuerdo de la boda de mi hermana y eras un auténtico capullo.
—Gracias por el cumplido. —Sonríe—. Y eso que por aquel entonces todavía me mantenía en control.
—Ahora no me pareces un capullo en absoluto. Algo has debido hacer bien.
—Gracias, mi trabajo me ha costado. Sé que tú también sabrás hacer lo correcto.

Es un profesional y liarse con el hermano de su cuñado, algo que posiblemente no pueda ser porque tiene una pinta de hetero que tumba, solo complicaría las cosas en casa y en su nuevo trabajo.

No es fácil ser gay, que te guste alguien e intentar averiguar si existe la posibilidad de ir más allá sin que la otra parte se ofenda. Tantos prejuicios y tonterías. ¿Acaso las parejas hetero tienen estos problemas? Un tipo llega a una discoteca y le entra a una tía sin más, no le vienen ideas absurdas a la cabeza sobre que puedan meterle una hostia por preguntarle si quiere pasar un rato agradable. Espera que algún día todas las relaciones se vean con normalidad y pueda sentirse libre de actuar según sus instintos.

—Sabes que no puedes tirar el lei a la basura, ¿verdad? —comenta su hermana risueña.
—No, ¿y eso? ¿Debo quedármelo para siempre? —pregunta sorprendido Adrien.
—No, tito, cuando te lo vayas a quitar lo tiras al jardín y que las flores vuelvan a la tierra. Es sencillo —aclara su sobrina dejando a su madre con la palabra en la boca.

—¡Non, c’est pas posible! ¡NO!, ¡definitivamente no! Esa no es la textura que debe tener una vichyssoise.

Nohi; el brillo de los colores del arcoíris.