Todo se desmorona

El relato tiene un claro carácter documental. Un narrador aséptico, aunque con licencia para poetizar, nos detalla la vida tribal en el África occidental de finales del siglo XIX utilizando como elemento “novelizador” la vida de Okonkwo, gran guerrero y hombre prominente de la tribu que asiste al desmoronamiento de su vida en el contexto del total y brutal desmoronamiento del mundo en el que vive.

Lo primero y lo que más llama la atención es la forma cruda en la que la novela rompe con esa visión un tanto paternalista del buen salvaje viviendo en el paraíso, todo concordia y felicidad. La sociedad que describe Achebe no tiene nada de salvaje y sí muchas razones para su reprobación. Fuertemente jeraraquizada, la sociedad estaba sujeta a estrictos ritos y tradiciones basados en un sinfín de supersticiones y costumbres ancestrales que muchas veces eran de dudosa eficacia y con frecuencia claramente censurables. Hasta el más respetuoso con la diferenciación cultural no puede sino llevarse las manos a la cabeza ante costumbres como la de sacrificar a los nacimientos gemelares o que ciertos delitos sean compensados con la entrega de familiares, generalmente jóvenes, al miembro damnificado de la tribu, y que a veces acababan siendo sacrificados en beneficio de la comunidad de acogida, o el estado de esclavitud en el que vivían las mujeres o el trascendental papel que jugaban sacerdotes, sacerdotisas, hechiceros o adivinadores en la observancia de las estrictas normas de cumplimiento establecidas casi para cada acto por cotidiano que este sea.

Tampoco reinaba la fraternidad en las relaciones intertribales, no siendo raras las guerras en las que los mejores guerreros se vanagloriaban de las cabezas cortadas que llevaban a sus casas como trofeos y que llegaban a ser utilizadas como recipientes para sus bebidas. Y aun así, las tribus llevaban siglos manteniendo una armonía social solo alterada por algunos pocos individuos incapaces de atenerse a las normas o de prosperar en ellas. Estos miembros marginales fueron los débiles eslabones de la cadena que misioneros y colonizadores rompieron mediante su evangelización iniciando así el desmoronamiento social de sus tribus.

Aunque no pueda decir que la novela me haya seducido literariamente hablando, es indudable que es una narración muy interesante por su contenido. Más allá de todo lo dicho sobre el choque cultural quiero terminar haciendo mención de esos pequeños y espléndidos cuentos que el autor va intercalando en la historia a modo de fábulas morales que eran transmitidos oralmente de padres a hijos.