Su parentesco de raza con los ingleses, la emigración a Inglaterra, la dignidad de aquel juego, silencioso y circunspecto como la alta diplomacia, les habían hecho adoptar el whist
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Su parentesco de raza con los ingleses, la emigración a Inglaterra, la dignidad de aquel juego, silencioso y circunspecto como la alta diplomacia, les habían hecho adoptar el whist
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Las palabras diabólico o divino, aplicadas a la intensidad de los goces, expresan lo mismo, es decir, sensaciones que alcanzan lo sobrenatural
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Quizá fue a raíz de aquella partida de whist cuando se decidió su destino, allí donde se fraguan los destinos. ¿Quien comprende una sola palabra de ese misterio de la vida?
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(El Señor Hartford) era un jugador de primera clase, un hombre cuya vida solo cobraba sentido y realidad cuando tenía los naipes en la mano
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Estoy convencido de que ciertas almas son dichosas en la impostura. Hay una espantosa, pero embriagadora felicidad en la idea de que se miente y se engaña; en el pensamiento de que sólo uno mismo se conoce y de que se representa una comedia con la que se engaña a la sociedad y cuyos gastos de escenografía se reembolsa uno con todos los placeres del desprecio
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¿Fingir no es incluso una manera de traicionarse?
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Bien tontas somos perdiendo la cabeza para averiguar lo que hay en el fondo del alma de esa mujer: ¡lo más probable es que no haya nada!
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El sentido de lo irreprochable de la señora de Stasseville rozaba siempre un poco la impertinencia. Hasta su virtud resultaba impertinente, ¿y quien sabe si no era ése el único motivo de que se aferrara a ella?
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El marqués (de Saint-Albans) era un gran jugador de whist. Tenía setenta y nueve años. Con quien no había jugado? .. Había jugado con Maurepas, con el mismo conde de Artois, tan diestro en el whist como en la pelota, con el príncipe Polignac, con el obispo Louis de Roban, con Cagliostro, con el príncipe de Lippe, con Fox, con Fundas, con Sheridan, con el príncipe de Gales, con Talleyrand, con el Diablo.
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Las muchachas, arruinadas por la Revolución, morían estoicamente viejas y vírgenes
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?