Catherine the Great: Portrait of a Woman

Leer esta biografía sobre Catalina La Grande es una experiencia que calificaría como épica, así como lo es, probablemente, la historia de Rusia. Y es que esta lectura me llevó casi tres meses, y no por falta de interés, sino porque es un libro denso, rico en detalles históricos, políticos y económicos sobre los orígenes de una princesa alemana nacida como Sophia y quien se convertiría en una de las más importantes dirigentes de Rusia y de Europa. He de confesar que, al iniciar el libro, quizá esperaba un poquito más de “chisme”, de “cotilleo” sobre su vida, con algunos pasajes dedicados a la supuesta activa vida amorosa de Catalina, y no para disminuir el mérito de una de las mujeres más ilustradas de la época, sino buscando ese elemento que nos permite identificar a los grandes líderes como más humanos. Sin embargo, el autor jamás introduce los rumores o leyendas urbanas que se perpetuaron sobre las aparentes conductas desenfrenadas de Catalina y su círculo, sino al contrario, construye su vida con tanto detalle y cuidado que de pronto resulta evidente el porqué de los varios favoritos y amantes de una mujer que más allá de ser la persona más poderosa de un país, era un ser humano que temía a la soledad. A los catorce años, Catalina fue separada de sus padres, llevada a Rusia y comprometida con un hombre que era incapaz de expresar afecto a sus semejantes. Ante la falta de amor y de siquiera de la consumación de su matrimonio que le permitiera cumplir con la que literalmente era su única obligación –dar un heredero al trono– Catalina se refugia durante los primeros años en los libros y en la educación. Solo mucho tiempo después y con el beneplácito de la zarina Elizabeth, hija de Pedro el Grande, es que tiene un amante con quien (según apuntan todos los datos históricos) concibe por fin, al deseado heredero. Después de casi tres décadas de esperar, obedecer a la zarina (quién siempre la mantuvo algo confinada y despedía a cualquier persona de su séquito que se acercara emocionalmente a ella) y dar los herederos al trono, Catalina decide que su esposo no puede ser zar y que ella debe tomar el mando del país, dando el golpe que culminará en la detención de su esposo y su posterior muerte, y el ascenso al trono. Así que, más que dibujar una vida de excesos y una corte indolente, Massie ofrece el retrato de una mujer que debió tomar decisiones difíciles, ser juzgada y odiada, pero que al final actuó con plena conciencia de que su preparación, su paciencia y su sacrificio le daban el derecho de dirigir a toda una nación.

Y honestamente, no la juzgo, porque también el autor presenta la otra cara de Catalina: la de una déspota ilustrada que sofocó rebeliones, castigó a sus enemigos, y debió dejar de lado sus ideas progresistas al darse cuenta que sería imposible gobernar cambiando radicalmente la forma de ser de un pueblo. Por ejemplo, destaca que Catalina cuestionara el sistema de siervos en Rusia y quisiera cambiarlo así como su esfuerzo de convocar a todos los estratos sociales del país para intentar revisar las leyes y códigos existentes –algo que no se repetiría sino hasta el siglo XX cuando Nicolás, el último de la dinastía, sería obligador por los comunistas. al final, debió abandonar sus planes, dándose cuenta que le sería imposible cambiar a un país teniendo a cuestas el hecho de no ser misma ella rusa y verse involucrada en la caída del verdadero Romanov. Si bien las circunstancias no le permitieron cumplir con sus objetivos como gobernante, no por ello resulta menos evidente que Catalina fue, ante todo, una gran estadista, que persiguió la modernización del país y el mejoramiento, en la medida que le fue posible, de la vida de sus súbditos.

En resumen, esta es una lectura completa e imprescindible para acercarnos a la figura de una mujer poderosa, enigmática, contradictoria que finalmente, nos brinda un retrato único y humano de Catalina La Grande y de una nación igual compleja como la rusa.

P.D. Ansío, en verdad, algún día poder conocer Rusia –San Petersburgo y Moscú y quizá atreverme a pasar una noche en el terrible y frío norte…