21 lecciones para el siglo XXI de Yuval Noah Harari
No podemos experimentar alegría y armonía si estamos llenos de odio o envidia. De modo que mucho antes de que matemos a alguien, nuestra ira ya ha matado nuestra paz de espíritu. De hecho, podríamos sentir ira durante años sin llegar a matar realmente al objeto de nuestra ira. En cuyo caso no hemos dañado a nadie, pero sí nos hemos hecho daño a nosotros mismos. Por tanto, es nuestro propio interés natural (y no el mandamiento de un dios) lo que debería inducirnos a actuar respecto a nuestra ira. Si estuviéramos completamente libres de ira, no sentiríamos muchísimo mejor que si matáramos a un enemigo odioso. |