El Pabellón de Oro de Yukio Mishima
Anduve tras mi padre que, con profundo respeto, subió a la galería exterior del Hosui-in. Lo primero que vi fue una maqueta del Pabellón de Oro, en una vitrina, y de una maravillosa ejecución. Me gustó. Se parecía más al Pabellón de Oro de mis sueños. Por otra parte, ese Pabellón de Oro en miniatura, tan perfectamente parecido, engarzado en el grande, sugería el juego infinito de correspondencias entre un macrocosmos y el microcosmos que entrañaba. Por primera vez, podía yo soñar. Soñar en un Pabellón de Oro mucho más pequeño que aquella miniatura, y que, en su pequeñez, alcanzaba la perfección; en un Pabellón de Oro, también infinitamente más grande que el verdadero, hasta el punto de llegar a contener al mundo.
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