El Pabellón de Oro de Yukio Mishima
-La Belleza... empecé, pero me puse a tartamudear furiosamente. Era una idea absurda, pero una sospecha aca- baba de cruzar por mi mente: ¿acaso mi tartamudez no nacía en el concepto que yo me hacía de la Belleza?-. La Belleza... Todo lo que es bello... es ahora mi mortal enemigo. -¿La Belleza? ¿Tu mortal enemiga? -preguntó Kashiwagi, abriendo unos ojos como platos. Pero su habitual jovia- lidad filosófica reapareció en seguida en su rostro, aturdido durante un instante. ¡Cómo has cambiado! ¡Oírte decir eso! ¡Tendré que graduar los lentes de mi conocimiento...! |