Apegos feroces de Vivian Gornick
Si mi madre no era capaz de identificar en otra mujer reacciones a un marido o un amante que duplicasen las suyas, no lo consideraba amor. Y el amor, decía, lo era todo. La vida de una mujer estaba determinada por el amor. Cualquier indicio que probase lo contrario —y las pruebas, de hecho, abundaban— era descartado e ignorado por sistema, tachado de su discurso y vetado por su intelecto.
|