El río que se secaba los jueves: de Víctor González González
Una mujer madrileña perdí alarma cada dos por tres. No era un caso raro. Algunas personas pierden el alma una vez y para siempre; otras la pierden dos o tres veces a lo largo de su vida y la vuelven a encontrar. Pero lo de esta mujer era increíble, la perdía a cada rato, se le caía constantemente, se la dejaba olvidada en todas partes o, simplemente, estornudaba y el alma le salía disparada. En fin, era realmente preocupante.
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