El río que se secaba los jueves:

Cuando se edita de nuevo un libro de literatura infantil y juvenil descatalogado es motivo de alegría y satisfacción, y más cuando se trata de una recopilación de historias de tanta calidad y significados diversos. Y no será el único caso, la editorial de literatura infantil y juvenil Kalandraka ha creado recientemente la colección Kalandraka + de literatura actual para recuperar obras clave de la literatura hispana contemporánea y su primer rescatado ha resultado ser todo un acierto.

El río que se secaba los jueves recopila un conjunto de historias que nos proponen participar en un juego que desafía a la razón y nos zambulle en el universo del disparate próximo al nonsense en un afán de reivindicar la magia de lo cotidiano y la belleza de lo no dicho en unas pocas líneas. Haciendo gala de un humor ingenioso, nos devuelve la sabiduría del cancionero popular repleto de advertencias enmascaradas por la burla, el doble sentido y la perplejidad de no saber si lo que se cuenta es verdad o mentira.

Los noventa cuentos breves de este libro se agrupan en diez apartados y van acompañados por una serie de imágenes que representan visualmente algunas de las figuras retóricas que explotan los textos como la metáfora, la elipsis, la repetición o la hipérbole. Encontramos como protagonistas a animales inolvidables como el gallo que canta como Verdi para combatir el insomnio, los loros en contra de la incultura o el truco infalible para distinguir un pato de una pata: «Los habitantes de Chelm conocen una manera infalible de distinguir un pato de una pata. le tiran un trozo de pan. Si el pato corre en su busca, es pato; si es la pata la que corre a buscarlo, es pata».
Como podemos leer en una de las historias: «En fin, que todo es mágico. Todo. Hasta las palabras lo son. Algunas personas han llegado a decirme, y así lo creen firmemente, que Dios creó el mundo con una».

Una estupenda colección de cuentos de ficción que nos narran aventuras, testimonios y sucesos que transitan entre la realidad y los sueños cortesía de dos ovetenses que dominan el arte de la ilustración y de la palabra. Víctor González traslada en palabras su larga experiencia profesional como diseñador gráfico, fotógrafo y columnista. Pablo Amargo, por su parte, se encarga de las ilustraciones inspiradas en el diseño de los carteles que le han reportado muchos premios, entre ellos el Premios, entre ellos el Lazarillo de Ilustración de 1999 y el Nacional de Ilustración de 2004.


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