Soledad de Víctor Català
Se sentía libre y dueña de sí misma, y gracias a esa secreta libertad, emanaba de sus sentimientos una espontánea armonía que regía todos sus actos; bien es cierto que era una armonía apagada, sin nervio ni frío, pero por eso mismo, grata a su estado, porque no le exigía ningún cansino esfuerzo.
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