El jardín de rosas de Tracy Rees
Mabs sabía cómo era el infierno: no era fuego rojo y abrasador, sino verde grisáceo, vacío y tenebroso, con enormes barcazas gimiendo bajo el peso de una carga insoportable y con poderosos caballos forzando sus músculos para tirar de ellas; incluso algún que otro cadáver pálido flotando en el agua espesa e indiferente
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