Nadie lo sabe de Tony Gratacós
Subirse a un barco es una prueba de fe, mucho más grande que la de creer en Dios todopoderoso, su Santísima Trinidad y toda la corte de ángeles celestiales. Cuando uno sube a un barco, no pone su fe en el buen trabajo de los tipos que han construido el navío. Tampoco la pone en un mar que vaya a garantizar la travesía tranquila. Cuando un marinero se sube a la nave, pone la fe únicamente en su capitán. Le está diciendo: pase lo que pase, yo sé que vos tomaréis las mejores decisiones para hacer llegar ese navío a su destino; pongo mi vida en vuestras manos. Esa certeza, esa seguridad son las que convierten cualquier expedición en una historia de éxito
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