La novela de la momia de Théophile Gautier
Más cerca de la cordillera líbica, los barrios de los Memnonia, habitados por los evisceradores, los embalsamadores y los momificadores, hacían subir por el aire azul las rojizas humaredas de sus calderas de natrón: porque la tarea de la muerte nunca se detiene, y por más que la vida se expanda tumultuosa, se preparan vendas, se enmoldan cartonajes, se cubren ataúdes de jeroglíficos y algún cadáver frío, tendido en el lecho fúnebre con patas de león o de chacal, espera que le hagan su aseo de eternidad.
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